Juan Manuel Domínguez:

«Ya sé que no es mortal pero me ha cambiado la vida»

Una cuarta parte de los 121 afectados por la intoxicación del Bar Grimaldi en Carnaval sufre secuelas o estuvo más de un mes de baja

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Todos tendemos a simplificar. Los medios de comunicación, los que más. Por tal de hacerse entender, de conectar mejor, más rápido, dividen los sucesos por gravedad, las enfermedades en mortales o leves. Lo que no mata, engorda. Pero hay muchos matices intermedios. Tantos como personas. El brote infeccioso del Bar Grimaldi, en la calle Libertad, originado el pasado 6 de febrero, durante el primer sábado de Carnaval, es un claro ejemplo.

El episodio de salmonelosis colectiva pareció primero de gravedad extrema. Una persona, con severas patologías previas, falleció al lunes siguiente. Era un vecino de San Fernando de 26 años. El resto de los 121 afectados permanecieron ingresados durante una semana, como periodo medio aproximado. Fueron saliendo uno a uno.

El caso parecía pasado. Pero para muchos de los afectados ha sido presente continuo y tortuoso hasta hace unos días. Una cuarta parte del número total de víctimas ha permanecido de baja laboral más de un mes. Algunos, todavía lo están. Otros arrastran secuelas. Varios temen que sean crónicas.

Son los afectados que han estado de baja médica más de 30 días, los que aún están incapacitados para regresar al trabajo, los que han sufrido semanas y semanas de molestias. El Servicio Andaluz de Salud, por un obvio criterio de protección de la intimidad de los afectados, no puede dar detalles sobre su situación sanitaria ni sobre su expediente. Sin embargo, dos de las mutuas a las que pertenecen varios de los afectados coinciden en afirmar que «al menos una cuarta parte de ellos ha permanecido de baja por un periodo superior a las seis semanas».

Entre ellos están los que sufrirán secuelas para siempre por tener alguna dolencia previa o por haber sufrido daños en algún órgano. Porque entre la muerte del joven isleño y la sensación de que se trata «de un malestar fuerte de unos pocos días» hay muchos grados. Los servicios médicos insistieron tras los hechos en que la salmonella no es mortal si no se cruzan otros factores: «Entiendo que lo dijeran porque, además, son expertos los que lo dicen y es cierto. Nos han insistido todos en eso. Ya sé que no es mortal pero también es verdad que me ha cambiado la vida».

«Practicaba un deporte muy duro pero luego me tuve que mudar porque no podía subir las escaleras de mi casa»

Para detallar esa expresión, aporta muchos números: «Han sido dos meses de baja, he perdido diez kilos, en los tres primeros días fui al cuarto de baño 104 veces... Los médicos me pedían que las contara para controlar la evolución. No podía subir las escaleras de mi casa en un cuarto piso, me tuve que mudar con mis padres. Aún no puedo comer como antes, ni mucho menos, al segundo bocado ya no puedo seguir. Me ha afectado mucho el ánimo, hacía mucho deporte y ya no puedo».

El que transmite ese testimonio es Juan Manuel Domínguez Medina. Este guardia civil practicaba TRX, una modalidad deportiva que consiste en practicar ejercicios con cintas elásticas y jugando con el propio peso del cuerpo.

Es una disciplina muy exigente, creada por militares norteamericanos para poder tener un entrenamiento intensivo cuando no hay material deportivo cerca. En esta especialidad había logrado destacar, «hasta que me comí aquel bocadillo, y medio más, de tortilla. A mí me ha fastidiado la vida».

Desde el 6 de febrero hasta el 14 de abril ha estado de baja médica, laboral. «No me podía mover, no podía coger ningún peso. Estuve ingresado sólo una semana, en las que consumía cuatro litros de suero al día, pero luego salí y ha sido muy duro, muy largo». Espera que la reincorporación laboral, que ya se ha producido, suponga un cambio, una definitiva señal de recuperación física y anímica.

Un rastro persistente

Sin embargo, quedan muchos temores crónicos. «Los médicos me han dicho que la enfermedad reaparece sin previo aviso, de repente, un día cada tantos meses, cada año o cada dos años. Que será así durante mucho tiempo, que no se puede evitar. De repente, un día vuelves a estar tan mal como al principio y luego vuelve a desaparecer. Me preocupa mucho ese aviso pero habrá que vivir con eso», asegura Juan Manuel Domínguez con preocupación.

Su caso es un ejemplo de lo que han pasado uno de cada cuatro afectados por el brote de infección alimentaria más grave registrado en la Bahía de Cádiz en lo que va de siglo. Pero hay más. Inmaculada González es profesora de Educación Infantil. Su caso es ilustrativo de lo que han pasado decenas de los intoxicados. Su baja laboral se ha prolongado hasta la primavera.

Los análisis dan todavía positivo sobre la presencia de la bacteria en su cuerpo. Eso significa que existe una pequeña probabilidad de que pueda contagiarla. Por tanto, su trabajo con niños resulta imposible. No puede incorporarse a la guardería en la que trabaja, con el consiguiente perjuicio económico y laboral.

Una médico de profesión se encuentra en similar situación, aunque ha eludido participar en este reportaje. Su cuerpo aún registra restos de la intoxicación y le está prohibido tratar con pacientes.

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