Una de las cursillistas aprovecha el tiempo en una parada para repasar con una novela en lengua inglesa. :: FRANCIS JIMÉNEZ
CÁDIZ

De guachisnai a what's your name?

Los taxistas gaditanos valoran los cursos de inglés turístico recibidos hasta diciembre y piden másHasta 63 conductores se han animado a participar en la iniciativa del Instituto de Fomento municipal

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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A falta de juguetes, durante décadas de estrecheces, los gaditanos se acostumbraron a jugar con las palabras. Con su sonido y su sentido. Han perfeccionado tanto el hábito que su fiesta grande tiene esa técnica como mayor, casi única, base. Como, además, su tierra siempre fue cruce de caminos entre varios continentes, han podido hacer malabares con sonidos y frases de distintos idiomas. Todos han pasado por aquí.

El 'italianini' de El Chimenea sólo es un ejemplo. Los pimpis chapurreaban lo que podían, en francés o lo que fuera, ya en el XIX y hasta vocablos hoy usuales en toda España tienen su origen, según la leyenda urbana, en Cádiz.

Así, estar 'al liquindoi' tiene como presunto nacimiento la leyenda 'looking at doing' (más o menos, 'vigilante de obra') que lucía en el casco de los militares norteamericanos que velaban por el buen ritmo de las obras de la base de Rota, allá por la mitad del siglo XX. Pero en pleno siglo XXI, tópicos y bromas quedan muy atrás. Dan paso a la necesidad de mejorar, al compromiso de competir.

Ahora, hay que aprender inglés, u otros idiomas, para poder rendir mejor y lograr más ingresos en la enésima época de apreturas económicas. Los taxistas gaditanos lo saben. Cuando hablan de aprender inglés, se dejan de chascarrillos y bromas carnavalescas. Quieren mejorar en serio porque se juegan las papas, o una parte, que depende cada vez más del creciente número de turistas (sobre todo cruceristas) que reclaman sus servicios.

A esos nuevos clientes, no sirve recibirles con el viejo localismo de cuplé. Ya no pueden ser llamados 'guachisnais' (sinónimo autóctono de guiri y traducción libérrima de la frase 'what's your name?'). Ahora hay que entenderse con ellos de veras, sin risa, y los conductores gaditanos se han puesto a la tarea.

La posibilidad se la ha dado el Instituto de Fomento del Ayuntamiento de Cádiz, dentro de un programa de mejora de oferta turística. Estos cursos acabaron el pasado mes. Entre los 420 alumnos, de distintas profesiones, han participado 63 taxistas que trabajan en la capital gaditana. 25 de ellos, a través de la fórmula semipresencial (clases convencionales sumadas a contenidos por Internet). Los otros 38, directamente a través de clases que se impartían por las tardes en las bóvedas de Santa Elena. Dos asociaciones del sector: Gadetaxi y Radio Taxi, ejercieron de intermediarias para informar a sus miembros, para darles la pista por si querían ir.

Palabra de alumno

Los que han probado confiesan alguna crítica, pero valoran el aprendizaje y, sobre todo, quieren más. Mucho más. Jorge Martínez, de 39 años, es uno de los conductores que ha probado: «Estoy satisfecho con el trato, pero el curso es demasiado corto. Parece que lo hacen de cara a la galería, para poder decir que aprendemos inglés, pero es muy difícil aprender con seis horas de clases en total ¿Te imaginas el inglés que puedo aprender en seis horas?», pregunta para explicar su mayor crítica a la idea.

Aún así, valora la iniciativa: «Te ayuda algo a mejorar, depende de la formación que cada cual tuviera antes, de su época de estudiante. Pero estos cursillos sirven. Sobre todo si aprovechas el tiempo, si estás concentrado en las clases. Esta vez ha sido más fácil porque la profesora que daba los cursos era un encanto y una gran profesional».

Martínez afirma que los contenidos son «muy prácticos, muy turísticos. Las frases que te enseñan van dirigidas a explicar dónde está un monumento, insisten mucho en que aprendas a explicar lo que está a la derecha, a la izquierda, a dar indicaciones, con alguna noción sobre monumentos e historia».

Este taxista recuerda que los cursos no son nuevos. «Yo ya llevo tres. Los dos anteriores fueron peores. El de este año ha sido mejor, pero muy escaso. De todas formas, repetiré otros años. Cada vez vienen más cruceristas y hay que saber defenderse».

Silvia Molinillo es una taxista relativamente nueva. «Llevo cuatro años al volante y no he podido dar los cursos anteriores. El de este año ha sido el primero. Me ha parecido corto, pero muy interesante. Te enseñan unas cuantas nociones para explicar la historia de la ciudad, algún monumento, el clima o cómo indicar un lugar que el turista quiera visitar. Más o menos, te enseñan a mantener, en inglés, la típica conversación que suele mantener cualquier taxista con cualquier pasajero de fuera de la ciudad».

La aclamación a la profesora se repite aunque ambos colegas no se conocen: «La profesora era una mujer encantadora. Conseguía hacer las clases útiles, facilísimas y amenas». Confiesa que el objetivo común, se comente o no, es «ponernos al día cara al Bicentenario del Doce» y con ese reto piensa «repetir este tipo de cursillos todas las veces que los convoquen».

Isabel Cáceres, otra de las cinco mujeres que trabajan actualmente en el taxi en Cádiz, añade otra pequeña petición de mejora: «Tendrían que diversificar los horarios. Todas las clases eran por la tarde y algunos trabajan a esa hora, necesitarían que se las dieran por la mañana». Respecto al contenido de los cursos, pide que sean mayores y muy sencillos «porque la mayoría de los taxistas tienen una edad media elevada, no tienen ninguna noción de inglés y tienen que empezar absolutamente desde cero. Los más jóvenes, siempre recuerdan un poco de su etapa de estudiante».

Pese a las sugerencias, afirma que «la idea es buenísima y el profesorado, también. Hay que insistir más porque todos tenemos que mejorar para lo que se nos avecina. Yo admito que he aprendido poco, que aún no creo que pueda defenderme, pero voy a volver».

Es mucho mejor que se queden con ganas de más ('more and more') que hartos o decepcionados.