editorial

Mayor a Estrasburgo

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La designación de Jaime Mayor Oreja como cabeza de lista del Partido Popular a las elecciones al Parlamento Europeo consagra la continuidad en una posición relevante de la política de quien fuera ministro de Interior y presidente de la formación en el País Vasco. Al avanzar la noticia, Mariano Rajoy argumentó que se trataba del «mejor candidato». En unos comicios como los europeos, que subrayan la contienda bipartita, Mayor Oreja representa una baza segura para las aspiraciones del PP. Pero su nominación, además de constituir una muestra de justo reconocimiento a su trayectoria personal, brinda la oportunidad de que las distintas corrientes que confluyen en las siglas que aglutinan al centro-derecha español compartan los esfuerzos y los frutos de las próximas lizas electorales.

La renovación impulsada por Rajoy en torno al congreso de Valencia dio la oportunidad para el relevo en el seno del PP, tanto a nivel nacional como en sus organizaciones autonómicas. Pero ni la realidad sociológica que representan los populares, ni su propia singladura pueden permitirse orillar a líderes que han contribuido a la solvencia política de la que, en el gobierno o en la oposición, gozan los populares. Las especulaciones sobre las intenciones últimas que pudiera albergar Rajoy al situar a Mayor al frente de tan comprometida tarea, o sobre las razones que han llevado a éste a aceptar el reto podrían afectar al crédito de la candidatura. Es sabido que la vida de partido está condicionada por la dificultad que entrañan tanto la asunción solidaria de los reveses electorales como el reparto cabal de los parabienes tras los triunfos. Pero conviene no olvidar que las desavenencias que surgen a cuenta de un determinado escrutinio adoptan siempre trazos de división distintos a los que se dibujan con anterioridad a la apertura de las urnas.