'GENERACIÓN DE VIENA'. Cesc, Marchena, Iniesta, Torres, Capdevila, Xavi y Senna fueron algunos de los futbolistas fundamentales de la España que se proclamó campeona de Europa el pasado mes de junio en Austria. / AFP
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España, hacia el Mundial

Vicente del Bosque mantiene la esencia de una selección única que llegará a Sudáfrica con el objetivo de dar la gran campanada y agrandar la historia que escribió en la Eurocopa

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El fútbol se mueve a velocidad de vértigo. Todavía resonaban los ecos internacionales del histórico título en la Eurocopa cuando España se tuvo que poner otra vez manos a la obra, en esta ocasión para lograr la clasificación para el Mundial de Sudáfrica. Luis Aragonés, el artífice del éxito, ponía rumbo a Estambul mientras su sucesor, Vicente del Bosque, ya tenía en mente su primera convocatoria. El Sabio de Hortaleza había dejado su impronta y, lo que es más complicado en un combinado nacional, un estilo muy definido, por lo que la pregunta surgía casi de manera espontánea: ¿su sustituto mantendría la esencia, esa nueva fragancia abierta en Austria y Suiza que se extendió después a todo el planeta? El interrogante era inevitable porque el madrileño y el salmantino son opuestos en el carácter -vehemencia frente a quietud- y en el modelo -riesgo frente a conservadurismo-.

El técnico castellano anunció en su presentación oficial que mantendría el bloque campeón, pero con un «toque personal». La mayoría de los aficionados entendió que la continuidad estaba asegurada, pero también hubo quien pensó que esas palabras podían reabrir la puerta de la selección a Raúl y Guti, dos de los grandes damnificados en la 'era Aragonés'. Las especulaciones terminaron el día que Del Bosque dio a conocer su primera lista: estaban los de siempre más algún aderezo de juventud que pueda llegar maduro a la cita sudafricana. Lo mismo ocurrió en los compromisos de clasificación ante Bosnia, Armenia, Estonia y Bélgica, todos ellos solventados con victorias. Como su antecesor, el salmantino ha dado la batuta a Xavi y la titularidad a la generación de Viena, pero ha aprovechado para probar caras nuevas: Iraola, Capel, Bojan, Mata, Llorente... Su toque personal.

La selección juega como los ángeles y sus rivales, de enjundia o no, saltan al campo atemorizados. Los niños malos de la Eurocopa han crecido como futbolistas, pero no han renunciado a sus travesuras. A las órdenes del mariscal Xavi y protegidos por el incombusible Senna, los adolescentes Iniesta -ahora lesionado-, Silva, Sergio Ramos, Cazorla, Cesc y Torres, entre otros, bordan el fútbol. Lo hacen, además, de memoria, como si el título continental hubiera activado un hilo conductor específico entre ellos. En algunos círculos se asegura que el trabajo de Del Bosque no tiene excesivo mérito, que, una vez heredado un equipo de lujo, su única función es darle brillo cada cierto tiempo. Pero, además de dibujos y tácticas, el trabajo de un seleccionador tiene el hándicap de mantener unido a un vestuario con futbolistas de clubes diferentes. Una plantilla con feeling no asegura el éxito, pero otra fracturada garantiza sin duda el fracaso.

Integrar al nuevo y que se sienta importante a pesar de estar rodeado del grupo campeón es uno de los principales objetivos del preparador castellano. Y así como Xavi, nombrado el mejor jugador de la Eurocopa, es la referencia en el terreno de juego, de puertas adentro ese papel le corresponde a Casillas, el gran capitán y, de momento, insustituible en la portería de la roja. Ayudado por Capdevila, uno de los internacionales más queridos y respetados por sus compañeros, el guardameta del Real Madrid actúa de embajador con los novatos: les recibe, les presenta, les tranquiliza, les aconseja, les motiva... Es la voz de Del Bosque dentro del vestuario, el encargado de transmitir las instrucciones no tan deportivas y el futbolista al que el técnico pide ayuda si intuye que alguna de sus decisiones puede generar malentendidos. Ya asumió ese rol con Aragonés, y la cosa fue bien.

Encadenar 28 partidos sin conocer la derrota no es fruto de la casualidad. El parón de la fase de clasificación -el próximo rival será Turquía, en marzo- ha enfriado un tanto el interés de los aficionados, centrados ahora en el devenir de sus clubes. Pero, si los triunfos se suceden a partir de primavera, el ánimo reaparecerá y se empezará a hablar otra vez de las posibilidades reales de ganar el Mundial 2010. Es fundamental que los futbolistas crean en sus opciones, pero sería contraproducente que se lo creyeran. Que se lo digan a los internacionales convocados para las citas de Corea y Alemania, que viajaron sin la necesaria cura de humildad y volvieron con las orejas gachas. Y es que la vanidad -Del Bosque también deberá hacer hincapié en este aspecto con los héroes de Austria- es mala consejera en una gran competición (Brasil lo ha sufrido en sus propias carnes).

Botón de muestra

La Copa Confederaciones del próximo mes de junio en Sudáfrica, una especie de antesala del Mundial para empezar a hacer boca, podría ser un botón de muestra de las opciones reales de España. Sin embargo, los rivales de su grupo son netamente inferiores: la anfitriona, Irak y Nueva Zelanda. Salvo catástrofe, la selección no debería tener problemas para meterse en semifinales como primera de grupo. Y es en esta fase en la que, con toda probabilidad, se cruzará con Italia -a la que eliminó a penaltis en los cuartos de la Eurocopa- o con Brasil, a priori la gran favorita del torneo. «Queremos más títulos», ha declarado Vicente Del Bosque, que para evitar ingratas sorpresas de última hora ya ha lanzado un aviso a navegantes a los equipos que se planteen pedir a sus jugadores que no acudan a la cita internacional en junio: «En España nadie entendería que un club pidiera a un futbolista que no fuera. Todos los jugadores quieren ir».

España nunca ha disputado la Copa Confederaciones, pero se presupone que un campeón de Europa debe salir a ganar cualquier competición en la que participe. Es probable que para entonces ya se conozcan los planes del técnico salmantino, que, como cualquier seleccionador, tendrá sus preferencias sobre unos futbolistas u otros al margen del sistema táctico. Es previsible que lleve a Bloemfontein, en el centro del país, el bloque con el que contará un año después para el Mundial, más un puñado de futbolistas neófitos a los que probará de cara a la gran cita. En la Federación ansían una eventual final en la Copa del Mundo entre España y Brasil. Ganarla significaría agrandar la leyenda de una generación que empezó a escribir su historia en Viena.