LOS PELIGROS

Una plaza pública de pago

Para esta tarde, a las ocho y media, está convocada una nueva concentración contra la instalación de un restaurante en la única plaza pública del Cádiz de Extramuros que se asoma al océano abierto, Santa María del Mar. Esta excepcionalidad, más que para convertirla en un valor económico privado, debía ser especialmente protegida por su Ayuntamiento. A destacar que la oposición ciudadana ha surgido espontánea y a través de cauces de participación nuevos, desde los móviles al correo electrónico. No sé si, aquí, comienza a cambiar cierto conformismo con el que la ciudad ha venido aceptando hasta ahora lo que le dieran, absteniéndose tanto en las elecciones como en las críticas. En cualquier caso, la movilización ha supuesto tomar conciencia de que un espacio público es propiedad de cada uno de nosotros. De todos. No se merecían la reacción del adjudicatario del restaurante quien, para proteger su negocio, entra a descalificar, como viejos o hippies, a los que defienden, a su vez, algo suyo. Aparte de la torpeza de minusvalorar a posibles clientes, si lo que quería era indicar su carácter minoritario, no ha podido elegir peor forma de señalarse en una ciudad con una población cada vez más envejecida. Porque la gente joven emigra. Tenemos también el derecho a opinar sobre el uso de dinero público. Nadie ha explicado por qué éste proyecto municipal concreto, con independencia de quién lo ganara, debía ser apoyado más que otras iniciativas privadas, que también asumen riesgos y crean empleo. Sin tanto impacto.

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Es cierto que hay que crear empleo. Pero no necesariamente a costa de desmantelar los pocos espacios públicos. Justo debajo de esa plaza hay un local en desuso que se construyó para aprovecharse en hostelería. Con las mismas vistas, aunque menos vistoso. Y eso nos lleva a la actuación municipal. Se planifica para aprovechar los recursos. Precisamente para huir de las ocurrencias iluminadas que experimentan con dinero público. Es en el papel donde se debaten, se contraponen, se expurgan, se seleccionan las ideas. Una ordenación urbana es el fruto de muchos años de trabajo técnico. Y tiene, también, como cualquier ley, la intención de defendernos de los abusos. El proyecto municipal del restaurante, en una zona catalogada como «espacio libre», incumple las normas urbanísticas del vigente PGOU, de 1995. Por tamaño, por estar cerrado y porque difícilmente se puede calificar «de fácil desmontaje» una construcción de dos plantas y distintos espacios dentro, que se prevé siga montada hasta veinte años. Extraño sentido de la provisionalidad. Si allí se dice que va un quiosco, no un restaurante-mirador, habría que repasar lo que el diccionario entiende por tal, es decir, una construcción «pequeña» en la calle. Concepto tan claro como desmontable. No me retuerzan el idioma para convertir una cosa en otra.

Incumple, además, una de las dos prioridades que había dado el propio Ayuntamiento de Cádiz al actual PGOU. Dicen ellos mismos, en el Informe sobre el planeamiento actual, incluido en el Avance que ahora se tramita: «Junto a la mejora de las infraestructuras del transporte, la más visible transformación de la ciudad en la última década está relacionada con la mejora del sistema de espacios libres y zonas verdes». O que el Plan busca «la mayor provisión de espacios públicos». ¿Se ha cambiado de idea y ahora la prioridad es darles un uso privado?

Si es la alcaldesa quien, según la Ley de Ordenación Urbanística, debe iniciar y resolver los procedimientos sancionadores de las infracciones que se produzcan, ¿cómo va a exigir a los particulares lo que el Ayuntamiento que dirige no cumple? No se puede trivializar, como ha hecho Teófila Martínez, quitando importancia a unos metros de más (de 20 a 260) si se consigue desarrollar la ciudad. Como si las normas, incluidas las que se da el propio Ayuntamiento, que mayor contradicción no cabe, fueran una cortapisa a nuestro crecimiento. Esa idea de desarrollismo salvaje quedó obsoleta y ahora importa más sostener los valores de la ciudad, desde la cultura al paisaje. Un turismo compatible con la calidad de vida de sus vecinos. Que tengamos dónde parar sin tener que pagar por ello. No todo va a ser de pago.