OPINión

Promesas, por Javier Rodríguez

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Es tiempo de promesas, de prometer la luna y las estrellas, como dicen los más cursis, con tal de ganar un voto. Ha llegado el momento de anunciar igual que las gangas de un mercadillo ambulante los compromisos electorales para la próxima legislatura. Los políticos se convierten en vísperas de unas elecciones en auténticas estrellas del club de la comedia con discursos triunfalistas y cargados de propósitos que, a la vuelta de unos días, se los lleva el aire. Cádiz fue escenario el pasado fin de semana del primer pulso preelectoral entre PP y PSOE en el que ambos midieron sus fuerzas y echaron toda la carne en el asador para convencer y vencer el próximo 9-M. Vuelven las promesas y las declaraciones de buenas intenciones de la misma manera que nos marcamos un decálogo de prioridades cada Nochevieja con el año nuevo o a la vuelta de las vacaciones de verano. Lo peor del caso es que la mayoría de estas metas cae en saco roto.

El presidente regional del PP, Javier Arenas, anunció a bombo y platillo un plan de austeridad para reducir gastos en la Junta de Andalucía y captó la atención de los empresarios con un caramelo que tiene sabor a bajada de impuestos si logran más empleo. A la misma hora, pero en San Fernando, Manuel Chaves utilizaba las hazañas económicas del PSOE de los últimos meses en la Bahía para sacar pecho y poder repetir otros cuatro años más, ya lleva 18, como presidente de la Junta. En su discurso volvió a prometer la ampliación del puerto de Cádiz, el nuevo hospital y el tranvía. Zapatero, por su parte, hizo lo propio en Madrid anunciando una subida de las pensiones, de 650 euros a 850 para quienes tienen personas a su cargo o de 497 a 700 euros para viudas. Los socialistas andan con la mosca detrás de la oreja porque saben que el patio en Andalucía les puede dar alguna sorpresa. No bajan la guardia. Es la guerra. Sí, la guerra del voto.