Editorial

Mclaren se pierde

Contra pronóstico el piloto de Ferrari, el finlandés Kimi Raikkonen, se alzó ayer con el triunfo en la última carrera del Campeonato del Mundo de Fórmula 1 en Sao Paulo y se proclamó campeón por un solo punto sobre los dos pilotos del equipo McLaren Mercedes, Fernando Alonso y Lewis Hamilton. La escudería inglesa pagó en el último momento la factura de una temporada mal gestionada tanto desde el plano deportivo como del empresarial. El nuevo campeón mundial se impuso tras un campeonato en el que en España de la mano de la «alonsomanía» se han batido records de audiencia y la aparición del novato Hamilton con un extraordinario talento ha aportado savia nueva a un espectáculo que necesita emociones, imagen y competitividad para arrasar en televisión. En el espectáculo de la Fórmula-1 se reúnen los esfuerzos empresariales de potentes marcas de automóviles con la industria del espectáculo en torno a un deporte donde la destreza y el tesón humanos conviven con la tecnología, la mecánica, el diseño sofisticado y, como se ha podido comprobar, también con la lucha psicológica. Un cóctel de grandes emociones que no deben equivocar a los artífices y gestores del campeonato mundial, porque por muchos intereses económicos que haya en juego si se perjudica la transparencia y el respeto por el deporte limpio a la larga desaparecerían el prestigio y la emoción e inmediatamente la confianza y el interés del gran público

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De esta edición de la Fórmula-1 hay que destacar el alto nivel de competitividad en la pista, y en los despachos, que en ocasiones han podido perjudicar el necesario clima de deportividad. Pero también que el asturiano, Fernando Alonso, pese a haber perdido el Campeonato en el último minuto, ha demostrado nuevamente su pundonor, entrega y gran calidad como acredita un brillante final pese a los muchos obstáculos que ha tenido que superar, algunos, en su propia casa.