Gaspar Rosety decía que se hizo periodista por culpa de García
Gaspar Rosety decía que se hizo periodista por culpa de García - EFE
Necrológica

José María García define a Gaspar Rosety

«Fue un gran narrador de partidos, de sangre, pero antes que todo era periodista y, sobre todo, un gran tipo»

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Gaspar se incorporó a mi equipo siendo muy joven. Era asturiano y decía que se hizo periodista por culpa mía, escuchándome en la radio. Era un homenaje hacía mí, pero yo afirmo que Gaspar llevaba el periodismo en la sangre. Era narrador de partidos porque se convirtió en un especialista en esta faceta, pero sobre todo era periodista.

Vino a trabajar conmigo en 1982, cuando comenzamos la andadura en Antena3 Radio. Y pronto demostró que era un gran narrador. Empezó con prácticas en los partidos de Segunda, pero destacó inmediatamente y pasó a ser narrador de Primera (nunca mejor dicho).

Se hizo muy conocido como narrador de los grandes partidos en A3Radio. Estuvo conmigo durante toda esta etapa.

Cuando A3Radio se acabó, tomamos caminos diferentes. Él tenía la libertad de elegir.

Si profesionalmente era excelente, todavía era mejor persona. En España es habitual excederse en elogios cuando una persona muere, en vez de expresar esas alabanzas en vida del alabado. Digo con objetividad que era muy buen tipo. Era, como yo los defino, un asturiano del norte. Y ustedes me dirán: «Pero eso es una redundancia». No, quienes me conocen saben que yo defino a dos estilos de asturianos, los gallegos y los del norte. Como saben mis amigos, esto no tiene ni un atisbo de menosprecio a los gallegos, pero siempre afirmo que te encuentras con un gallego en una escalera y no sabes si baja o sube. Gaspar era de los del norte porque siempre fue muy claro.

Con el paso del tiempo comenzó a soportar distintas vicisitudes. Muy joven se le detectaron problemas de corazón. Cuando trabajaba conmigo era disciplinado en sus cuidados, pero paulatinamente perdió esa disciplina y engordó demasiado. Dejó de hacer el poco deporte que hacía. Soy claro: el único deporte que Gaspar practicaba era el «sillón ball».

Sufrió problemas de salud en diferentes ocasiones narrando partidos de fútbol. Una de ellas sucedió en el estadio Bernabéu. El doctor Miguel Ángel Herrador (exjefe de los servicios médicos del Real Madrid) le salvó la vida en el estadio. Tuvo otro episodio grave en Huelva. Estaba al borde del precipicio. Tenía que cuidarse y no lo hacía.

«¡Es que quitarse el placer de comer...!», me contestó hace una semana, en la sede de la Federación Española, cuando le volví a regañar porque no se cuidaba nada. Le dije: «Tú sabrás lo que haces, pero estás muy gordo y no puedes seguir así».

El viernes comió con Danny Daniel y a la salida del restaurante tropezó con un bolardo disuasorio para que los coches no se suban a la acera y Gaspar cayó con tal mala fortuna que sufrió un traumatismo cerebral y una parada cardiorespiratoria. Quedó en un coma profundo. Era irreversible. Adela, su mujer, le ha mimado durante un cuarto de siglo. Ha sido su compañera y su auxilio. May Jiménez de Parga, su anterior esposa, también le cuidó muy bien. Se ha ido un gran tipo.

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