El actor José Sacristán tras recibir el XVII Premio Corral de Comedias, en Festival de Teatro Clásico de Almagro
El actor José Sacristán tras recibir el XVII Premio Corral de Comedias, en Festival de Teatro Clásico de Almagro - EFE

José Sacristán: «Pase lo que pase, actuar es siempre un juego»

El actor recibió el premio Corral de Comedias en un acto con el que se inauguró el festival de teatro clásico de Almagro

ALMAGRO Actualizado: Guardar
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La insólita lluvia caída ayer en Almagro obligó (por segundo año consecutivo) a llevar la entrega del premio Corral de Comedias al Teatro Municipal. El cambio de escenario no le restó emoción al acto en el que se reconocía a José Sacristán, «un verdadero caballero andante», como le definió José Ramón Fernández.

Abrió el acto Natalia Menéndez, directora del festival, que se preguntó por qué un actor como Sacristán ha llegado adónde ha llegado. Y lo basó en tres pilares: «ilusión por los proyectos, calidad de trabajo y trato con las personas que forman el proyecto. Tú sumas las tres -continuó-; eres un gran creyente, crees en lo que haces, en tu arte, y eres un motor para todas las personas que amamos esta profesión».

José Ramón Fernández escribió para José Sacristán un Quijote, precisamente por iniciativa de Natalia Ménendez y, como ella, estableció tres cualidades que adornan al actor. «Humildad, franqueza y convicciones». «Me ha enseñado -dijo- todo lo que debe ser un caballero andante de los de verdad. Él es un caballero andante de los de verdad. Merece la pena tenerle cerca, para ver si a uno se le pega algo. José Sacristán ama su trabajo como el primer día».

Otro dramaturgo -además de director-, Juan Carlos Rubio, habló de su pánico cuando supo que tenía que dirigir a José Sacristán en «Muñeca de porcelana», de David Mamet. «Pepe es uno de los mejores actores del mundo -aseguró-, una leyenda. ¿Cómo se dirige a una leyenda? Él me dio la respuesta. Como a cualquier otro actor. Porque detrás de la leyenda está Pepe, un actor que acaba de salir de Chinchón y que mantiene intacta la ilusión de los doce años».

Salpicando las intervenciones, se ofrecieron varios testimonios grabados, de los que destacaron los de Concha Velasco y Julia Gutiérrez Caba. La actriz vallisoletana recibió el mismo premio el año pasado, y en el vídeo recordaba que en esa ocasión llovió y no lo pudo recoger en el Corral de Comedias, lo mismo que le ha sucedido a Sacristán esta vez. Amiga y cómplice del actor, dijo que sus vidas son de verdad y aseguró: «Nos hemos ganado el puesto en el que estamos con nuestro trabajo». En la misma línea admirativa se mostró Julia Gutiérrez Caba: «Es un premio tan bonito, te lo mereces y todo va a ser bueno para ti. Has formado una carrera a base de trabajar, y trabajar bien».

Carlos Goñi, cantante de Revólver, cantó una canción expresamente escrita para el actor, «Sacristán de Sacristanes», como prólogo para la laudatio de Javier Gomá. El filósofo aseguró que «José Sacristán lleva siendo joven bastante tiempo. Sintió desde joven el pellizco de ser actor y su gran fidelidad ha sido ese pellizco. Merece no uno, sino mil premios». Citó al actor cuando dice que no ha hecho nunca a grandes personajes como Orestes, Hamlet o Segismundo, y se preguntó: “¿Son menos Jacinto, Paco o Mariano, a los que sí ha encarnado, que Hamlet, Orestes o Segismundo? Yo creo que no. Nadie es más que nadie».

Las inevitables intervenciones de los políticos: el alcalde de Almagro, el presidente de la Diputación de Ciudad Real y el consejero de Cultura de la Junta de Castilla-La Mancha, junto con la del secretario de Estado de Cultura, Fernando Benzo (la más atinada), dieron paso a las palabras de José Sacristán, dichas con la voz al borde del llanto, que se asomaba a sus ojos. Citó unas palabras del mencionado Quijote de Fernández y mostró «un objeto que representa mi corazón -dijo-. Este objeto es un sombrero, y la persona que lo tenía fue un crío de apenas cuatro años que lo descubrió en la cámara de su casa en Chinchón. Era de Nicolás Turiegano, mozo de mulas y cochero. Estaba en una caja de cartón redonda cuando un día lo descubrí. Tocarlo era como frotar la lámpara de Aladino». Aquel fue el germen de su vocación de actor, cristalizada en «la delantera del gallinero de un cine, donde vi mi primera película, Yo creía que todo sucedía de verdad. Cuando descubrí que no, entendí que cabía la posibilidad de que yo de mayor podía seguir jugando a ser el mosquetero, el gánster o el pirata, incluso a morirme y a resucitar».

«A lo largo de este proceso -continuó- siempre me han acompañado el sombrero y el crío que yo era. Pase lo que pase, esto sigue siendo un juego. Y hoy en Almagro, me vienen a decir que me merezco un premio por jugar. En esta peripecia, mis ochenta años han encontrado su razón de ser. Y además me premian por ello. No voy a olvidar jamás este momento. Es un antes y un después gozoso, formidable y cojonudo como el hecho de que voy a poder seguir jugando».

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