Dos sacristanes velan por la seguridad del templo. :: A. VÁZQUEZ
CÁDIZ

El cura de La Merced evita el sexto robo al sorprender a los ladrones

El sacerdote cogió un hierro para ahuyentar a los cacos que forzaban una puerta del templo afectado por seis hurtos en el último año

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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Ni el Amor Hermoso, ni la Virgen de la Piedad o del Buen Fin sostienen alhajas en sus manos. Sus pecherines están descubiertos de piezas de valor. En La Merced no se cierran con llave las puertas interiores, «para evitar más destrozos», ni se guarda dinero u objetos de valor. Ya no hay nada que robar en esta parroquia de Santa María pero, ni por esas, se libra de los constantes hurtos. El último casi se produce la madrugada viernes. Y ya van la friolera de seis robos o intentos de hurto, desde agosto del año pasado. En esta ocasión, el incidente quedó en intento gracias al vicario de Santa Cruz y morador de la vivienda de La Merced, Pedro Rodríguez Molina.

Los hechos se produjeron a las 5.50 de la mañana. En ese momento, el sacerdote comenzó a escuchar golpes, «como si fueran portazos», en la zona de la sacristía. «Cogí una tranca de hierro y entré», cuenta el propio Rodríguez. «Pensaba que estaban ya dentro de la sacristía, pero cuando llegué vi que los ruidos venían de la puerta». Así que el sacerdote optó por llamar a la Policía Nacional, no sin antes intentar encararse con los ladrones.

«De los golpes que le dieron a la puerta, me costó trabajo abrirla. Cuando pude hacerlo ya se habían ido corriendo». Justo cuando el vicario de Santa Cruz abrió la puerta, llegaba la Policía. «No tardaron nada en venir», explicaba ayer Rodríguez desesperado. Y es que el sacerdote reconoce que no tuvo miedo. Lo que no oculta es su frustración ante un nuevo intento de robo y, sobre todo, por un nuevo destrozo. «La puerta se ha visto afectada y la cerradura la arrancaron por los intentos de abrirla», explica el actual morador de la parroquia. Y es que gracias a su presencia en el templo (Rodríguez lleva viviendo unas dos semanas en la vivienda de las dependencias parroquiales) se ha podido evitar este sexto robo.

«La última vez (se produjo en junio) que entraron en la sacristía reventaron la puerta del despacho. Lo peor no es lo que se lleven, ya que no hay nada de valor, sino los destrozos que producen», reconocía indignado Rodríguez. Y añade: «Ya nunca cerramos las puertas para que no rompan nada». Desde que llegaron al templo tanto él como el sacerdote Balbino Rodríguez (como administrador), la parroquia ha sufrido cinco robos que se suman al que experimentó la iglesia en agosto del año pasado con el anterior sacerdote. Esa fue la sustracción de mayor valor, unos 800 euros.

Desde ese momento, el templo ha experimentado hurtos de todo tipo, desde pequeñas cantidades de dinero hasta objetos litúrgicos como un portaviáticos. «Una de las veces robaron hasta los clavos del Cristo de las Siete Palabras», puntualiza el vicario de Santa Cruz. Eso llevó al Obispado a buscar a dos sacristantes que ahora se encargan de vigilar la iglesia durante el tiempo que está abierta. Otra cosa es lo que ocurre por las noches, cuando el templo está cerrado. La madrugada del viernes se salvó gracias a Pedro Rodríguez. Aunque el destrozo quedó en la puerta. Y eso, en uno de los templos más necesitados de la ciudad, ya se hace cuesta arriba.