LA HOJA ROJA

LA PIEL DE ZAPA

Qué le vamos a hacer. Hay cosas que nunca cambian porque el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. Y la piedra sigue en el mismo sitio, el sitio al que nos dirigimos

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Es una realidad el que a toro pasado, pese a que las expresiones taurinas en estos tiempos que corren puedan resultar sospechosas, todo el mundo está en condiciones de dar consejos, que «después de visto, todo el mundo es listo», que dice el refrán. «Te lo dije», «ya lo sabía», «se veía venir» conforman así el universo léxico del 'maestro liendre' que todos llevamos dentro. Y no es precisamente la contención verbal el ejercicio que más ponemos en práctica, no. Por eso, y porque nos divierte tanto dar vueltas, como pájaro de mal agüero, sobre la carroña, es por lo que nos encantan los debates de barra y casapuerta en esta ciudad. Por algo dicen que fue en Cádiz donde se fraguó el concepto de opinión pública, hace doscientos años. Mira por dónde, algo sensato que festejar en el Doce.

A toro pasado, es muy fácil dar lecciones de cómo se acometen actuaciones encaminadas a resolver problemas -cómo me gusta la corrección lingüística-. Y además, nadie escarmienta en cabeza ajena, dicen. Pero tal y como está el patio más nos valdría mirar un poco hacia atrás, y aún a riesgo de convertirnos en estatua de sal -como la mujer de Lot- aprender de nuestros fracasos y procurar no cometer los mismos errores. Para eso nacieron las hemerotecas, no se crean, aunque a veces no sean más que almacenes de periódicos, muchos de ellos, hijos legítimos de la opinión pública, que duermen ya sin la esperanza del arpa de Bécquer -sí, aquella que andaba en lo oscuro del salón esperando la mano que la tocara-. En fin. Que un repasito por lo que fuimos hace cien años nos haría tanto bien como que el Ministro de Fomento garantizara que el puente estará terminado en los plazos previstos.

Intentar que no nos ocurra lo mismo que hace cien años parece ya difícil. La situación económica y social es tan parecida a la que ya se vivió que lo mismo da leer un periódico como El Progreso de 1911 que leer LA VOZ de Cádiz de antesdeayer. El telón de la crisis nos viene bien para tapar las miserias que andamos repartiendo y para justificar lo que sabemos que es injustificable, «resultó, pues, lo que el pueblo esperaba; para cada acto, un fracaso; fracasó la procesión cívica, la visita al Museo y fracasaron todos los actos por falta de ambiente popular». No. No es clarividencia, sino la clara evidencia de lo que ocurría en septiembre de 1912, el año del Centenario. El fracaso de unas fiestas que habían sembrado la ilusión en una ciudad ya decadente, pero que no habían dado el fruto esperado. Apenas un año antes de la fecha señalada El Radical Gaditano ya alertaba de que por el humo se sabe dónde está el fuego: «Sabemos que se pretende emplear el dinero en fomentar las tradicionales procesiones de Semana Santa, en simular una batalla en la dársena con bengalas y cohetes, en una cabalgata mascarada y en otros números por el estilo, muy propios para festejar la patrona de un pueblo, pero no para conmemorar un hecho de la historia de España, que influyó en el orden político de la nación, derrocando la tiranía y el absolutismo». Lo sé. Demasiadas casualidades, procesiones de Semana Santa -¿una Magna, por ejemplo?-, cabalgatas mascaradas -¿moros y cristianos o bandoleros de la Sierra?-, muy propios para festejar la patrona de un pueblo. Qué le vamos a hacer. Hay cosas que nunca cambian porque el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Y la piedra sigue en el mismo sitio, el sitio al que nos dirigimos.

El mismo año de la celebración, un periódico como 'El Progreso' ponía el dedo en la llaga por la que supuraba la decadencia gaditana, culpando directamente a la política municipal de derrochar el dinero que llegaba del gobierno en obras faraónicas y caprichos innecesarios. «El Centenario -decía el periódico- si no se celebra con éxito será por culpa del Sr. Toro, y por este sufrirá las inmediatas consecuencias la industria y el comercio local». Vaya hombre, ya estaban los comerciantes gaditanos dando la nota. Y continuaba, «agrava esta situación el estado vergonzoso hoy de los intereses del municipio de Cádiz y el derroche de 100.000 pesetas en un Museo Iconográfico que por caprichosa imposición, arruina a Cádiz». Los derrotistas de entonces. Unos derrotistas que también critican desde 'El Popular' que nada de lo que se había proyectado estaría listo para la conmemoración «nada de obras que perpetúen la memoria de aquellos patricios y de aquellas inmortales Cortes como se prometió. Si el Ayuntamiento no tiene un céntimo ¿por qué se ha derrochado en cosas inútiles como el Museo Iconográfico y en unas reformas que no valen realmente la mitad de lo que ha costado?». Que sí. Que nos suena muchísimo, quizá porque son los mismos compases de entonces los que marcan esta marcha hacia el Doce. El arquitecto del Museo del Carnaval no cree que esté listo en el 2012, ese museo que el Ayuntamiento asumirá en solitario, como la tribuna de ese estadio de primera para un equipo de ¿Segunda B?, y tampoco estará listo el monumento al Bicentenario por mucho que ya esté abierto el plazo para entregar los proyectos, «el hito espacial y temporal», lo llaman, qué le vamos a hacer. Con la golosa suma que se ofrece al ganador del concurso-veinte mil euros-, no sé yo si habrá mucho que deliberar.

Bienvenido Mr. Marshall empiezan a llamar al Bicentenario por lo que tiene de pantomima y de hiperrealismo. Hace tiempo, pero no mucho -que cien años no es nada- los gaditanos eran más eruditos y llamaban al Centenario La Piel de Zapa, como la novela de Balzac «ahí tienes; jamás nos falta dinero para nuestros caprichos, y en cambio, discutimos el precio de las cosas que nos son más útiles o necesarias». Ni por esas aprendemos. En el fondo, hasta nosotros, los de entonces, seguimos siendo los mismos.