CLAUDIO MAGRIS / ESCRITOR

«La verdad se dice a veces con poca fuerza»

El pasado fin de semana propuso en Oviedo un debate acerca de si es posible llegar a saber qué está pasando de verdad en el mundo, porque, a pesar de contar con cada vez más medios y avances tecnológicos, «sabemos menos que en tiempos de Kipling». Tras el acto, y pese a su cansancio, conversamos unos minutos acerca de algunas de las cuestiones que preocupan a este intelectual italiano, que simboliza como pocos la Europa diversa y sin fronteras

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-Lo dijo George Steiner, precisamente en Oviedo cuando recibió el Príncipe de Asturias. Tenemos cada vez más información, pero sabemos menos. ¿Es posible encontrar la vía para llegar a la verdad?

-Bueno, no creo poder responder. Hemos discutido de ello al menos durante dos horas. En cualquier caso, empecemos por el hecho de que es preciso decir la verdad siempre. Esto es fundamental, naturalmente. Porque el peligro es que, pensando que sea imposible decir la verdad se renuncie a ella, y por consiguiente que el periodista renuncie. Y, bueno, es con un control continuo, con discusiones, protestando, interviniendo, es con esa tarea continua con la que hacemos los periodistas nuestro trabajo. Yo por ejemplo, controlo siempre los titulares de mis trabajos en periódicos. Corrijo siempre, telefoneo a media noche para ver qué titulares han puesto: «No, éste no me gusta», o «mejor de este modo», etc.

-Pero ¿puede el periodista defenderse, en un mundo dominado por expertos en técnicas de persuasión, cuando no de manipulación?

-No es posible, porque el hecho es que, como se decía en el debate y todos estábamos de acuerdo, incluso cuando se dice la verdad, ésta viene envuelta en una avalancha de cosas tal, que termina por ser inabordable. Si damos la noticia verdadera junto a otras cien que no son falsas, pero que son secundarias, uno no tiene acceso a esa verdad. La verdad es algo evidente, porque lo han dicho los periódicos y porque ha ocurrido. Sólo que se dice a veces con poca fuerza con respecto a la fuerza con la que somos bombardeados por otras noticias.

-Para un hombre de frontera, como usted, que sufrió en carne propia el éxodo de los italianos de Fiume, en la actual Croacia, que vivió en el sur de los límites con el Telón de Acero, y que ha trabajado como nadie sobre la Mitteleuropa, ¿qué significa la patria?

-Bueno, la patria es, sin duda, el sentido de pertenencia a una comunidad nacional y estatal, naturalmente de la que uno se siente parte en un modo flexible, libre, no idolátrico. Sin lugar a dudas, yo me reconozco como italiano y ser italiano significa formar parte de una cultura, como también me siento ligado a la escuela, al liceo en el que me formé, por supuesto que sin pensar mínimamente que esto me haga mejor que los otros. Libre patriotismo y al mismo tiempo antinacionalismo, que significa saber que cada uno tiene una relación que es exactamente como con la familia. Está claro que quiero a mis hijos más que a los de los otros, pero a los demás les sucede lo mismo. No olvidemos que la patria es un concepto que inicialmente nace en la izquierda, que es un concepto progresista. Le cuento una anécdota: Cuando el archiduque austriaco -no me acuerdo cuál, tal vez Carlos- combatía contra Napoleón, hizo una proclama para sus soldados, diciéndoles que combatían por la patria. Ésta fue inmediatamente censurada, porque los soldados no deben combatir por la patria, que es un concepto revolucionario y progresista, sino por la casa reinante, o sea, por el Poder.

-Es usted una de las voces más claras del europeísmo. ¿Cómo ve la tensión actual entre esa tendencia a la unidad y los nacionalismos que surgen con cada vez mayor frecuencia?

-Es realmente un riesgo, lo veo como un enorme peligro que está por todas partes. Porque por desgracia, tras la caída de los muros ideológicos, éstos han sido sustituidos por nuevos muros étnicos. Y Europa es cada vez más necesaria porque sería una locura otra cosa en un mundo globalizado, porque estamos todos unidos por nuestra renta económica, política, social y así como lo que sucede en Venecia afecta también a Trieste, así lo que sucede en España afecta también a Italia. Si en Italia hay una crisis económica total, salpicará también a España. Justo por eso es necesario construir una Europa unida y, por tanto, es una locura hacer una defensa de los micronacionalismos, que falsifican el amor legítimo por la propia identidad. Yo también amo Trieste, hablo mi dialecto, pero no la amo de un modo excluyente. ¿De qué nacen estos micronacionalismos? Nacen del miedo a ser aniquilados por las grandes identidades, y es un miedo equivocado. Y está sucediendo en Europa lo que ocurrió en el siglo V antes de Cristo, cuando con el surgir de la polis, la ciudad estado se hace más grande y esto provoca una crisis en las comunidades inmediatas: la tribu, la familia , el clan dando una sacudida al espíritu griego. La tragedia griega nos lo cuenta, y nos cuenta también la necesidad no de borrar los lazos inmediatos, sino de superarlos, ya que sería como si yo por amor a mi familia negase el Estado.

-¿Cree en la multiculturalidad?

-No se trata de creer, siempre ha existido un encuentro entre culturas, porque todas nuestras culturas son multiculturales en origen. España no sería España sin los judíos, sin los árabes, sin el fin del dominio árabe, e Italia es lo que es gracias al imperio romano, las invasiones bárbaras, los longobardos, etc. El problema es que esto ocurre hoy con una velocidad que es desconcertante, y por ello, naturalmente, yo creo que es una riqueza siempre y cuando se haga con una especie de maduro control. Está claro que hay que acoger. Y luego, claro, desgraciadamente hay puntos sobre los que la diversidad -que es siempre un enriquecimiento- llega en un momento en el que el diálogo es imposible. Cuando los primeros negros americanos tuvieron el derecho de ir a la universidad, esto ofende a la cultura blanca del sur. Y ahí lamentablemente había que elegir entre el respeto de esa diversidad o afirmar un principio de igualdad de los ciudadanos ante la ley que es superior.

Perdone, estoy cansado y me doy cuenta de que empiezo a responder sin fuerza.

-Una última pregunta sólo, pero imprescindible para mí, que soy, como muchos, admirada lectora de su mujer, Marisa Madieri. ¿Esperaba el éxito de 'Verde Agua' en España? ¿Y cómo va su difusión por el resto de Europa?

-¿Ah! ¿Por supuesto! Esto ha sido uno de los grandes regalos e ilusiones de mi vida. Esta increíble acogida que no ha sido sólo en España, ya que además ha provocado la traducción francesa, alemana, polaca y ahora eslovena. Ha sido increíble. Ha sido como si los lectores se hubieran reconocido en esta historia, quizás por este tema del éxodo, de la fuga, del exilio. A lo mejor por esto

-¿Hay planes para publicar alguna otra obra más?

-Sí, La conchiglia, La concha marina creo que se dice, el último libro, me parece que será para el año próximo.