Opinión

Agraviarse

El Gobierno ha repartido una serie de agencias que vienen a ser unas oficinas con unos nombres así como muy ostentosos

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«En esta vida se puede ser de todo menos un coñazo». La cita célebre por excelencia de Michi Panero es célebre por algo. Probablemente porque esto del desencanto, que es la vida nuestra desde hace décadas, aguanta poco a los iluminados. Sucede que me la llevo repitiendo desde hace una semana. Esta vez porque el Gobierno ha repartido una serie de agencias, no sé si te has enterado, que vienen a ser unas oficinas con unos nombres así como muy ostentosos. Agencia Española de Supervisión de Inteligencia Artificial. Agencia Espacial Española. Nombres larguísimos.La gracia del asunto es que estas oficinas, que vienen nuevas a estrenar, no las iban a abrir en Madrid. Por aquello de variar un poquito. Descentralizar lo llaman. Y ahí que se han peleado todas las capitales de provincias, con sus eslóganes, sus promesas de futuro, sus TICS, su «cambio de modelo productivo», su «se acabó el turismo como única vía de ingresos» y patatín patatán.

Es algo que pasa muy a menudo, con agencias o sin agencias de por medio, porque hay palabras que brillan mucho y lo de ser moderno, que al final en esta vida es lo que importa según parece, necesita de eso, de palabras que brillan mucho aunque no se sepa muy bien qué significan y acaben repetidas con el pico del papagallo por los políticos de turno.

El caso es que el pastel se ha repartido y, acabáramos, nadie está contento, salvo los premiados, claro. La Agencia Espacial Española, para Sevilla. La Agencia Española de Supervisión de Inteligencia Artificial, para A Coruña. Y ahí se ha quedado Granada, que aspiraba a esta última y le ha dado un cabreo monumental y ha sacado a relucir esa otra palabra mágica de nuestro tiempo que es el «agravio». Granada tiene una universidad que es la leche y más en Inteligencia Artificial, que como diría Rajoy no es cosa menor, sino cosa mayor. Había entusiasmo con el tema porque aunque la mayoría de la gente no supiera muy bien de que iba eso de la Inteligencia Artificial, pues ya te he dicho que suena muy bien. Eso unido con la idea de «somos los mejores», te hace coger la bufanda y ponerte a pegar gritos al contrario. Es un poco como en los Juegos Olímpicos, que nadie tiene ni pajolera idea de lanzamiento de martillo ni de bádminton, pero uno se hace un hooligan con muy poquito que le echen porque a todo el mundo le gusta ganar aunque no sepa a qué.

Al final, como te podrás imaginar, esto tenía que ver más con la política que con otra cosa. No es nada personal, sino más bien de conversaciones privadas, de pasilleo, de las dinámicas de Estado, de Gobierno, del Parlamento, de los partidos. Son esas sumas complejas que la mayoría de veces resulta incomprensible para el común de los mortales pero que, al fin y al cabo, mueven el mundo. Y quién piense lo contrario, pues qué quieres que te diga, es un ingenuo. Los lobbys, los grupos de presión. Viene en el pack del juego político. Es retórica, discurso. Y siempre es mejor eso que la fuerza bruta.

Lo que me entristece es lo que ando escuchando, volviendo a lo del agravio, por parte de algunos. De los granadinos y de los otros. Porque sucede que uno es pobre hasta que conoce a alguien más pobre y rico hasta que conoce a alguien más rico. Un granadino puede decir: «Granada, siempre agraviada» y yo me río porque miro a Huelva y los veo ahí, a la chita callando, que la gente ni se le viene a la cabeza siquiera cuando cuenta las ocho provincias.

No hay nada mejor que una situación como esta para ver que igual que hay una España de dos velocidades, también hay una Andalucía de primera y otra de segunda. Y yo, aún con la resaca de un «día de la bandera» el pasado 4 de diciembre y del que todavía no sé muy bien qué pensar, insisto en que esto del sur del sur y lo andaluz todavía no ha quedado claro. Parece que Sevilla, que cuenta en su capital con seis barrios entre los quince con menos renta per cápita de España, tiene que pedir perdón por llevarse unas oficinas. Que Cádiz, una de las provincias con más paro de todo el país, ni participa en la conversación. Que Jaén, Almería…nadie se acuerda, la verdad. Y Granada solo piensa en Granada. Y Sevilla solo en Sevilla. Porque los agravios. Porque el maldito ombligo.

Quien no se quiera dar cuenta de que la marginalidad se produce para el sur y para Andalucía de manera sistemática desde tiempos inmemoriales y que aquí, sea como sea, lo que se reparten son migajas, que se lo haga mirar. Estamos todos en el mismo saco. De la pobreza, de la precariedad, de la desindustrialización, de sufrir un clasismo rampante nada más cruzar Despeñaperros para arriba. Cuanto antes nos demos cuenta, mejor. O al menos, que no den el coñazo.

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