SIN ACRITUD

Faltó calidad

Las causas del descenso del Cádiz son muchas, pero la principal es que los jugadores que debían marcar diferencias no aparecieron

FRANCIS JIMÉNEZ
Ignacio Moreno Bustamante

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No va más. Se consumó el descenso. Cero dramas, que esto es fútbol y somos el Cádiz. Mucha autocrítica, que aunque esto sea fútbol y seamos el Cádiz, hay que volver a Primera lo antes posible. Detectar los errores, tomar decisiones y preparar ya la próxima temporada. Lo primero es analizar qué ha ocurrido en esta. Qué ha ocurrido desde aquel 1 de septiembre, cuando le ganamos 3-1 al Villarreal y los cadistas salimos de Carranza convencidos de que este año podíamos superar con cierta facilidad nuestra mejor clasificación histórica. Ya saben, ese puesto 12 que conseguimos en la prehistoria con Víctor Espárrago y algo más recientemente con Álvaro Cervera. Jugando como jugamos aquel día, se nos antojaba un objetivo realista. Aquella noche verano usted -como yo- soñó con algo más. Medio en broma medio en serio, pero soñó. Ayer, apenas nueve meses después usted -como yo- salió del estadio resignado. Ni siquiera cabreado. Triste, en todo caso. El declive ha sido tan evidente, tan imparable, que el descenso era una simple cuestión de tiempo. Hartos ya de cálculos, de posibles combinaciones, de sufrir con los partidos del Cádiz pero también del Celta, del Mallorca, del Rayo, de Las Palmas...

Las causas del descenso, obviamente, han sido muchas. La principal, sin duda, es que los jugadores que habían venido para marcar diferencias, los que debían aportar la calidad, han fallado. Por distintas y variadas razones que el cuerpo técnico sabrá. Pero no han dado la talla. Sobre todo de centro del campo hacia adelante. Hombres como Maxi Gómez, Darwin Machis, Bryan Ocampo, Roger Martí, Gonzalo Escalante, el propio Guardiola... son los jugadores teóricamente diferenciales que debían dar ese ansiado salto de calidad. Y ni uno de ellos ha rendido ni de lejos al nivel esperado. El único, Rober Navarro, aunque sólo en la segunda mitad de la temporada. Si los anteriores hubiesen ofrecido el nivel que se esperaba de ellos aunque fuese media temporada, probablemente ahora mismo estaríamos hablando de otra cosa. Quizá de haber ganado simplemente un par de partidos más en esa larga racha de más de 20 encuentros sin ganar. La salvación era muy factible, pero nos faltó calidad en el campo. Tan sencillo como eso. Porque en fútbol, la calidad técnica es la que te hace ganar partidos, pese a que curiosamente muchos aficionados valoran más la entrega, la lucha. Eso, en Primera División, debería darse por descontado. No se negocia y punto. Pero se necesita algo más. En teoría lo había y no lo hemos visto. Hay un armazón del equipo, manifiestamente insuficiente, que sí ha rendido lo que se esperaba de ellos. Alcaraz, Iza, Conan, Fali, Javi Hernández... Y otros que por más pundonor y empeño que pongan te pueden complementar una plantilla, pero no ser titulares indiscutibles, como Chris Ramos, Sobrino o Iván Alejo.

Hay otro factor fundamental que en mi opinión ha sido determinante. Sergio González empezó muy bien, sabiendo a lo que jugaba. Bien armado en defensa y tocando el balón para tratar de llegar arriba. Un fútbol vistoso y efectivo que el cadismo agradeció. Pero de pronto se empeñó en jugar continuamente con balones largos a los delanteros, casi siempre Chris Ramos, para que buscaran la prolongación de cabeza. Ese fútbol antipático que en el 99% de los casos supone la recuperación del balón por parte de la defensa rival y que, indefectiblemente te convierte en el equipo menos goleador. Jugando así, desgraciadamente ahí están las pruebas, lo normal es que más pronto que tarde te vayas a Segunda División. Pellegrino no mejoró ni un ápice lo que se encontró. Y por supuesto, otro de los motivos ha sido el mercado de invierno. En temporadas anteriores resultó fundamental para apuntalar el equipo y lograr la salvación. En este, excepción hecha de Juanmi, nada de nada.

Mención aparte merece el evidente desapego de una parte de la afición con la directiva, encarnada básicamente en dos personas: el presidente Manuel Vizcaíno y el vicepresidente Rafael Contreras. Desapego que en buena medida se han ganado. No han sabido comunicar su gestión. Y cuando lo han intentado lo han hecho mal. Hay un hecho indiscutible: cuando Vizcaíno llegó al Cádiz hace diez años el club estaba en la ruina y casi en Tercera División. Hoy está saneado y, hasta ayer, en Primera. Su gestión es de notable alto. Sin embargo no hay conexión. El presidente a menudo ha tratado al aficionado -y a la prensa- de manera infantiloide, con mensajes grandilocuentes vacíos de contenido. Pensando más en el vestuario que en los aficionados. Diciendo lo que creía que debía decir, lo que está escrito en algún manual de márketing deportivo, pero no lo que de verdad sentía. Y ya se sabe que en la vida puedes engañar a todo el mundo una parte del tiempo y a algunos todo el tiempo, pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo. Eso es exactamente lo que ha pasado. Incluso anoche, tras confirmarse el descenso, se permitió lanzar una 'reprimenda' a los aficionados: «Quizá no hemos sabido disfrutar de estos cuatro años en Primera», dijo. Claro que los hemos disfrutado, claro que hemos celebrado cada una de las permanencias, pese a que él dijo que no había «nada que celebrar». Quizá su intención era la de lanzar el mensaje de que una permanencia era un objetivo poco ambicioso, que hay que aspirar a más. Como markéting y Mr Wonderful, fantástico. Pero en un estadio en el que se celebran los córners como si no hubiera un mañana, eso no funciona. Los cadistas somos perfectamente conscientes de dónde estamos. Y sobre todo, de donde venimos.

El caso de Contreras es diferente. En el imaginario cadista, ha llegado al club únicamente por intereses extradeportivos. Una parte de los aficionados le conoce de sus anteriores etapas profesionales y sencillamente no lo traga. El proyecto Sportech City sigue enquistado y ahora en Segunda División conviene ni siquiera mencionarlo. Aunque siga siendo un proyecto que haría dar al club ese salto de calidad que tanto necesita. Sea en los terrenos de Delphi o en El Puerto de Santa María. Eso que tanto reclaman los aficionados de que el Cádiz tiene que asentarse en Primera División es imposible sin ingresos extradeportivos. Un ejemplo muy claro, aunque a años luz de aquí. El estadio Santiago Bernabéu, recién remodelado, ha acogido este fin de semana un macroconcierto que probablemente le ha supuesto al Real Madrid más ingresos en una noche que al Cádiz los abonos de toda una temporada. Por ahí va el futuro, nos guste o no. Nuestra alma es cadista, obviamente. Pero el dinero manda. Y más en el fútbol. Exactamente igual que con la garra, la entrega y la lucha en el campo. A todos nos encanta. Pero hace falta calidad técnica. Fuera del campo necesitamos pasión, cadismo y alma. Pero también billetes.

Si entre todos conseguimos combinar ese amor por nuestros colores con una buena gestión económica que se traduzca en jugadores comprometidos y de calidad, estaremos más cerca de volver a Primera y asentarnos. Ahora le toca dar pasos a la directiva. Con humildad, con la verdad por delante. Lo primero es encontrar un entrenador. Y a partir de ahí construir una nueva plantilla. Dentro de lo malo, del bajón del momento por el descenso, es cierto que estamos en disposición de intentarlo con ciertas garantías. Pase lo que pase, el cadismo ahí siempre estará. En Primera o en Segunda B. Ese Cadi!

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