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180º Chiringuito UrbanoEl irresistible encanto de lo sencillo

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La visita al chiringuito predispone a tener los pies en la arena mientras se cena, ver el atardecer y disfrutar de la coreografía de olas en la orilla. Eso dicta la norma. Y no hay nada más aburrido que seguirla. Al otro lado del atardecer gaditano –en el amanecer, de hecho– también hay vida chiringuitera. Cierto que aquí, lo de tener los pies en la arena mientras se disfruta es complicado. Tirando a imposible. Y que el sol no se esconde en este lado. Se despierta, aunque a unas horas en las que el local está cerrado y la cena tampoco es aconsejable. Pegaría el desayuno. Con todos los cambios, aquí también hay brisa marina y silencio. Y vistas, pero otras.

Es Cádiz al revés, el otro lado. Es una paz con paisaje industrial al que cabe conceder cierto encanto. Y con un puente gigantesco que brilla de noche.

 Ahí, en un paseo recién abierto y reservado más a vecinos que a visitantes, sin arena ni orilla, se consolida un «chiringuito urbano». Así se autodefine. Ha conseguido atraer a una clientela amplia, fiel o curiosa, vecina o turista despistada para su bien. Una estructura efímera de madera, con una superficie que apenas supera en tres veces la de un kiosco plástico de helados, basta para levantar una propuesta sencilla pero, por eso, seductora. La sencillez es inusual, es una rareza que conviene valorar.

Leandro Taddia es su promotor, exquisito anfitrión, alma y mater. Abrió en 2014, en un año que no tuvo verano. Se hizo popular por repartir mantas de Ikea entre la clientela que no quería perderse, pese al frío, el placer de pasar la noche ante un extraño e hipnótico paisaje metálico que une muelles y puertos junto al gran coloso que, pese a todo, ha dado encanto, más que restado, a la visión de la dolida Bahía.

En esa explanada, ofrece una carta humilde en extensión, muy moderada en creatividad pero generosa en cuidado, honestidad y materia prima. Algo de pescado frito y asado (de mercado, buscado cada mañana, bien tratado como las caballas con piriñaca o, sobre todo, las sardinas), minihamburguesa retinta simple y limpia, palitos de mozzarella casera, papas aliñadas, alguna ensalada original, versiones particulares de burrito de pollo y kebab, espléndidas costillas con carne sometida a baja temperatura durante doce horas, pollo frito a la barbacoa… Una especie de antología básica y escueta del picoteo, del street food, entre internacional y local. Con la ejecución que haría un buen cocinero para sus amigos. La de un colega manitas y cuidadoso para una barbacoa dominical con los que quiere. El resultado es un gran placer pequeño, en un lugar particular y sereno.

La variedad de cervezas y vinos es breve y bienintencionada. Cinco, seis referencias de precio ajustado que, simplemente, el dueño cree que gustarán porque le gustan. En cócteles, copas largas y zumos, sin embargo, se alargan las propuestas con elegancia y acierto. Muy aconsejables las tardes para un café o uno de sus batidos naturales con fruta fresca.

Todo es así de simple e infrecuente. Algo pequeño, agradable y rico en un sitio peculiar, lleno de colores nuevos y noches sedosas. Tapeo entre amigos frente a un cielo largo, de lunares rojos y blancos. Un decorado infrecuente a los ojos de gaditanos y visitantes.

Comenzó como un secreto, un lugar oculto a cielo abierto, al que escaparse. Pero los que un día acudieron, con temores, repiten y además invitan a otros. El segundo puente le dio una vía de acceso rápido para aquellos que viven al otro lado. Y la curiosidad que la gran estructura despertó llevó a otros a pasear por una zona por entonces desconocida. La apertura del paseo marítimo bajo el segundo puente hace unas semanas ha sido el empujón definitivo. Allí se encontraron a Leandro y su extraño chiringuito.

Ahora, para ciertos días (fines de semana y noches de vísperas) es recomendable reservar porque cuesta encontrar mesa (no son demasiadas aunque los lugareños usan los bancos públicos como ampliación improvisada).

También es aconsejable seguir al local en Facebook, ya que está completamente expuesto a las inclemencias del tiempo e informa puntualmente de su horario de apertura o cierre en los días de gran Levante, otras ventoleras, riesgo de lluvia o excesivo frío.

 

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