Modesta Fernández, nacida en 1915, es la más anciana de Parada de Sil
Modesta Fernández, nacida en 1915, es la más anciana de Parada de Sil - MIGUEL MUÑIZ
LAS MIL GALICIAS | LA TIERRA QUE ENVEJECE (I)

Un siglo en los ojos de Modesta

El Parada de Sil que conoció esta orensana son recuerdos. Es el pueblo más envejecido de Galicia. Los que no mueren se van. Con 34 años, su nueva alcaldesa llega con ganas

Parada de Sil (Orense) Actualizado: Guardar
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A Parada de Sil se entra por la Estrada dos Gozos. El colorista y moderno edificio que entonces verá a mano derecha no es colegio ni instituto, sino residencia de ancianos. En ella vive Modesta Fernández, nacida en 1915 y testigo a lo largo del último siglo del éxodo de muchos de sus vecinos que han dejado el padrón municipal en 576 habitantes, de los que solo trabaja un 25 por ciento porque la mayor parte sobrepasó la edad de jubilación hace ya tiempo. La escuela cerró cuando Yolanda Jácome concluyó 4º de EGB. Con 34 años, en mayo se convirtió en alcaldesa, cuando decidió dejar su puesto como ingeniera de Telecomunicaciones en Vodafone en Vigo para trabajar a favor de su pueblo, donde afirma que no se aburre.

Esta descripción concuerda con lo que afirma el Instituto Galego de Estatística (IGE), que sitúa en este municipio orensano de la Ribeira Sacra el índice de envejecimiento más elevado de los 314 ayuntamientos de la Comunidad. Si ese marcador rebasa el número cien, existe un problema demográfico. El de Parada de Sil es de 1337,9. La media autonómica es de 149,3. La provincia de Orense obtiene el valor más alto de las cuatro con 227,6.

«El más viejo de mis cinco hermanos duró 105 años y cuatro meses. La mamá, 102. A mí no me duele nada»

«Aquí había gente a montones, pero también mucha miseria. Había que trabajar duro y de lo poco se llegó a algo», comenta Modesta, ojos expresivos, risa permanente, pañoleta a la cabeza y un par de besazos en cada carrillo. «Estoy encantada. La desgracia es que me fallaron los oídos. Estoy bien de todo, excepto de las rodillas, que se gastaron. Dijo el especialista: No hay reuma ni cosa ninguna. Se gastaron". No me duele la cabeza, ni el estómago, ni el vientre». Es una de las ancianas del geriátrico Luces do Sil, donde llegó después de que fueran muriendo sus padres y sus cinco hermanos, varios de los cuales fallecieron tras haber soplado más de un centenar de velas. «El más viejo, José Antonio, duró 105 años y cuatro meses con todo el sentido. Era serrador de la madera. La mamá, 102. Dijo el médico que estaba para durar otros dos, pero se rompió una cadera. Era guapísima. Estaba de 102 años y parecía de quince», la piropea Modesta. Uno de los hermanos emigró a Cuba y no regresó hasta los 72 años. En esta familia, morir joven es hacerlo superados los 80. Solo el progenitor se marchó antes.

Ingredientes de futuro

Ella no se casó, aunque «hombres no faltaron». Tampoco lo hicieron otros dos hijos: «Había que cuidar de la casa, que era de mucha producción. No había máquinas y teníamos mucho ganado. Era mucho gasto y poca utilidad. Pero se acabó con algo grande». Menuda en su silla de ruedas, Modesta fue un día «fuerte y gorda»: «Salía con los hombres a fuera, igual cargaba los carros que la leña o el estiércol. No lo debía decir, pero mi comida gustaba porque decían que era muy sabrosa».

«El principal centro de empleo es la residencia de ancianos. Solo el 25% de los vecinos está en edad de poder trabajar»

De aquel Parada de Sil todo son recuerdos. Hay destellos de futuro porque algunos de los que llegan se enamoran de su paisaje y deciden quedarse. En Rabacallos, una de las aldeas del Concello, una pareja de Madrid gestiona la casa rural O Lar de Xabi. También de una madrileña es la bodega Ronsel do Sil. «Los que trabajan en el pueblo, viven de la ganadería, los vinos y la restauración», explica la alcaldesa. El principal centro de empleo es, sin embargo, la residencia de mayores, con unas 25 nóminas. «Pero no son gente del pueblo. Apenas hay vecinos en edad trabajadora y no tenían la formación para esos puestos. De titularidad pública aunque de gestión privada, el Ayuntamiento revierte el canon de alquiler de 55.000 euros anuales en lugareños que de otro modo no podrían costearla.

«Queremos impulsar una cooperativa con la construcción de una nave de castañas, para almacenado y venta en fresco y, en el futuro, convertirla en transformación, secado… Debemos elaborar productos en base a la castaña [no dejen de probar la tarta que sirven en el restaurante O Curtiñeiro de la localidad] porque es lo que tenemos junto al vino —aunque hay más actividad en la Ribeira Sacra lucense—, la madera y el turismo». Para favorecer este sector, se acaba de inaugurar una ruta de senderismo, que se suma a las pasarelas del río Mao, y un centro para recibir visitantes en el Monasterio de Santa Cristina.

Todo para atraer actividad a Parada de Sil, que solo cuenta con seis niños de entre 2 y 12 años, escolarizados a cuarenta minutos en un autobús que recorren cada día por una carretera «que no es buena». La regidora se ha planteado impulsar medidas para favorecer la natalidad en línea con la «Tarxeta Benvida» de la Xunta, que concede 100 euros mensuales por cada hijo durante un año, pero baraja ser ella quien se quede embarazada y prefiere evitar cualquier tipo de suspicacia.

«Antes el trayecto hasta Orense no era viable para ir a trabajar en el día. Hoy sí», apunta Jácome como gancho. «Orense es lo más lejos que fui», confiesa Modesta, que jamás vio la Catedral de Santiago en vivo. No esperaba verse en las páginas de ABC, pero lo hará: «Leer el periódico es lo que más me gusta. Lo leo diariamente. ¡Y sin gafas! El periódico es lo que tiene importancia. Trae las noticias de todo. Las revistas las miro, pero no me interesan».

Se da media vuelta, impulsa ella misma con energía las ruedas de su silla y vuelve con sus compañeros a pasar la sobremesa. «Aquí estoy de maravilla. Las muchachas me tratan como si fuera hija». Antes de despedirse, lanza un consejo al aire: «Vivan muchos años y sean felices». No hay una fórmula para conseguirlo, pero en su alimentación siempre hubo «poca grasa».

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