Pedro Sánchez, ayer en Asturias
Pedro Sánchez, ayer en Asturias - efe

Pedro Sánchez avisa al PSOE de que seguirá gane o pierda contra Rajoy

Un año después de su elección, el secretario general ha conseguido apaciguar al partido hasta ver si logra o no llegar a La Moncloa

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Paradojas de la política, el principal logro de Pedro Sánchez en su primer año como secretario general del PSOE: haber convertido en verosímil un gobierno de «todos contra Rajoy», es también su principal debilidad. Ningún sondeo sitúa a los socialistas por delante del PP ni les da una distancia suficientemente tranquilizadora respecto a su obligado socio en esa aventura, Podemos. Muy al contrario, los de Pablo Iglesias van a por todas allí donde el PSOE les ha aupado a alcaldías emblemáticas como Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza y Galicia, y eso inquieta a sectores muy significativos del socialismo.

De momento, Sánchez mantiene apaciguado al partido aunque solo sea porque la expectativa de volver a La Moncloa es algo que nunca estuvo al alcance de su antecesor, Alfredo Pérez Rubalcaba, a quien le tocó heredar el destrozo electoral que sufrió el PSOE en 2011:

decenas de autonomías y alcaldías pasaron a manos del PP –2.262 concejales del puño y la rosa dejaron de serlo– y meses más tarde, la Presidencia del Gobierno.

Puede que el escenario surgido del 24-M con un PP menguante sea solo un espejismo derivado de la aritmética de los pactos. Ya ocurrió antes: en elecciones municipales y autonómicas de mayo de 1999 los populares ganaron al PSOE solo por 37.651 votos, pero solo ocho meses más tarde Joaquín Almunia perdió las generales frente a José María Aznar... por 2,4 millones de votos de diferencia, que le otorgaron una mayoría absoluta de 183 diputados. Pero también puede que no, y que Sánchez termine en La Moncloa a partir de diciembre.

Solo el tiempo ratificará si los 454.000 votos que Mariano Rajoy le sacó el 24-Mfueron el aviso de una derrota mayor en otoño o no. De momento, el PSOE, de la mano de su líder, ha recuperado mucho de lo perdido hace cuatro años: preside siete autonomías, `vicepreside´ dos (Cantabria y Canarias) y ha vuelto a ostentar decenas de alcaldías. Y el «cemento» del poder, aunque sea logrado con Podemos, está contribuyendo a poner sordina al hecho de que el PSOE obtuvo en mayo el peor resultado de su historia.

De pronto, ha cesado el «ruido» interno y hasta la presidenta de Andalucía , Susana Díaz, aprovechó la reciente cita del Consejo de Política Federal para zanjar nueve meses de desencuentro a cara de perro. «Contamos con un gran candidato, un partido unido, fortalecido, y con un proyecto claro», dijo quien fuera la principal mentora de Pedro Sánchez en las primarias de hace un año frente a Eduardo Madina.

Pero Sánchez no se fía; sabe que ella ha rehecho sus relaciones con el otrora odiado Madina y que, si el resultado electoral no permite al PSOEgobernar, cayendo por debajo de los 110 diputados de Rubalcaba, los críticos no tardarán en pedir su cabeza. Quizá en la misma noche electoral, como le ocurrió a Rubalcaba tras la derrota en las elecciones europeas de 2014. Por eso, el secretario general del PSOE ha dejado caer enre los suyos que, pase lo que pase en esos comicios, él volverá a presentar candidatura en el 40 Congreso federal para seguir.

A día de hoy, los sondeos pronostican el PP perderá muchos de los 186 escaños obtenidos en 2011... pero el PSOE también podría menguar su grupo parlamentario hasta los 100-105 hasta quedar convertido en una especie de partido «andaluz» –la fortaleza del PSOE-A hace que pocos duden de que revalidará los 25 escaños– con complementos. Porque poco queda ya de aquel PSC que fue granero de votos de Felipe González, primero, y de José Luis Rodríguez Zapatero, después, amén de tradicional contrapeso al «poderío» del socialismo andaluz.

Los 14 diputados que logró el PSC en 2011 serán muchos menos –los sondeos pronostican una caída de cinco– mientras que en Madrid, el territorio donde Podemos ha subido como la espuma, nadie descarta que Pablo Iglesias «empate» con Pedro Sánchez –se habla de una caída de los actuales once diputados del PSOEa nueve–; y algo similar podría acabar ocurriendo entre Compromis y el PSPV, hoy socios de gobierno en la Comunidad Valenciana, y en Galicia.

Este panorama de debilidad electoral proyectado sobre el «día después» es el que explica, en clave interna, las escaramuzas que se están produciendo en torno a las primarias del PSM. Fue decidir por sorpresa Ferraz que el congreso para elegir sucesor al defenestrado secretario general Tomás Gómez no podía esperar a 2016, y empezar los movimientos. La Dirección Federal ve con buenos ojos que la designada sea la alcaldesa de Getafe, Sara Hernández, pero los críticos quieren al candidato «alternativo», Juan Segovia, que no se ha visto en otra igual.

Avalan a Segovia nombres que ni él hubiera soñado hace solo dos meses: pesos pesados del socialismo madrileño como Juan Barranco, Matilde Fernández, Cristina Narbona, pero también y nada menos, Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero, quien hace campaña activa y se fotografió con él aunque no es militante del PSM y, por tanto, no vaya a votar en las primarias de este domingo. Muy activo está también Madina, de quien Segovia fue apoyo en las primarias que el diputado vasco disputó a Pedro Sánchez hace un año.

La presidenta andaluza salió de cuentas de su primer hijo el pasado jueves y sostiene que ella está alejada de cualquier intriga, pero todos en el PSOE sostienen que ella y Tomás Gómez son los que más están trabajando en la sombra para que el próximo secretario general del PSM sea Juan Segovia. Gómez porque tiene la espina de su defenestración el 11 de febrero aún clavada y Susana Díaz porque no está dispuesta a que Pedro Sánchez se haga con el control de una federación clave para ratificar, o no, el liderazgo del partido tras las elecciones generales.

Hasta la caída de Gómez, la andaluza contaba con el PSM y el PSPV de Ximo Puig como aliados estratégicos seguros contra Sánchez tras un eventual mal resultado autonómico y municipal el 24-M que no llegó. A decir verdad, a Díaz se le empezó a complicar todo mucho antes: el mal resultado en las elecciones andaluzas (las adelantó un año para ganar estabilidad y ahora el Parlamento autonómico y su mayoría están más fragmentadas) hizo que su rumoreado «desembarco» en Ferraz fuera perdiendo fuerza. Esas circunstancias no han retraído en absoluto a quienes le son más fieles, como el expresidente Zapatero, muy enfrentado a Sánchez desde que decidió criticar la reforma del artículo 135 de la Constitución para blindar el pago de la deuda.

Nada que ver con un Felipe González que si bien al inicio del mandato de Sánchez, allá por otoño, le recibió con frialdad y llegó a coquetear políticamente con la presidenta andaluza, luego se haya desdicho pidiendo expresamente a Susana Díaz que se abstenga de desestabilizar al secretario general y llegando a decir que la presidenta andaluza se iba a quedar los cuatro años en la política de su tierra.

Además, un año después de aquellas primarias en las que Sánchez ganó a Madina, los equilibrios de poder interno ya no son los mismos. Los únicos barones que apoyaron al vasco, el asturiano Javier Fernández, y el extremeño, Guillermo Fernández Vara, no están dispuestos ahora a moverle la silla a su adversario. De forma solapada, ambos ejercen un «antisusanismo» en la sombra porque son alérgicos a los modos y maneras de quien, dicen, se ha venido comportando durante los últimos dos años como la «accionista mayoritaria» del PSOE. Y a ese club Sánchez ha unido en el último año, aunque por razones distintas, el primer secretario del PSC, Miquel Iceta.

Iceta, que tiene el segundo grupo de compromisarios más numerosos después de Andalucía en un congreso del PSOE, se ha convertido a lo largo de este año en un fiel aliado de la reforma constitucional «federal» que acaba de reactivar el líder socialista y que Susana Díaz no ve con buenos ojos porque no quiere una «España de dos velocidades».

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