Una imagen del espectáculo del Ballet Nacional Sodre
Una imagen del espectáculo del Ballet Nacional Sodre - santiago barreiro
CRÍTICA DE DANZA

En brazos de Julio Bocca

El Ballet Nacional Sodre, de Uruguay, presenta «El Mesías» en los teatros del Canal

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Como el Cid, Julio Bocca sigue ganando batallas después de muerto (en este caso retirado). Hace ya siete años que colgó las zapatillas y, a pesar de ello, sigue concentrando el interés y el cariño del público madrileño (y es de suponer que el de otros muchos públicos). Así se vio en los teatros del Canal, donde el exbailarín argentino se llevó la mayor ovación al salir a saludar tras la función ofrecida por el Ballet Nacional Sodre, de Uruguay, que él dirige actualmente. Él es el mascarón de proa y su nombre, sin ninguna duda, es el que ha permitido esta gira por España, que termina el día 9 en Toledo.

Hace unos días, antes de empezar la gira por diversas ciudades españolas, Julio Bocca se confesaba satisfecho con el trabajo que sus bailarines venían desarrollando durante los últimos años y el nivel alcanzado por la compañía, pero dejaba intuir que aún quedaba por hacer para lograr alcanzar el nivel que él querría.

El Ballet Nacional Sodre no es, efectivamente, un conjunto de primer nivel, pero en su estreno en Madrid ha dejado una grata impresión: un ballet cohesionado, que tras los titubeos iniciales se asentó sobre el escenario, que bailó con limpieza y disciplina y sirvió con fidelidad a la coreografía.

Mauricio Wainrot, argentino, creó una primera versión de este trabajo en el año 1996 para el Royal Ballet de Flandes, en Bélgica. Dos años más tarde la amplió para el Ballet Nacional de Chile; desde entonces, han sido varias las compañías de todo el mundo, especialmente iberoamericanas, que la han interpretado.

Se trata de una pieza abstracta, un lienzo blanco (lo son el vestuario y la escena) coloreado solo por los movimientos de los bailarines al compás de la música e inspirados por la naturaleza espiritual del hermosísimo y brillante oratorio de Haendel. Wainrot ha tomado treinta y dos números de la partitura (cierra el espectáculo con el celebérrimo «Aleluya») y les otorga el vuelo necesario: reflexivo en los recitativos y las arias, y explosivo en los coros, con un final elevado y luminoso. Sus dibujos son amables, naturales, líricos, y encuentran reflejo en los jóvenes bailarines.

Ver un ballet hoy en día con la música interpretada en directo es un lujo. Un gran esfuerzo, además, que los teatros del Canal han realizado para ofrecer una velada de danza más apetecible. La Orquesta y Coro Verum, bajo la dirección musical de Manuel Coves, sirvió de soporte más que correcto (aunque en el «Aleluya» apretara un poco el acelerador) para el baile de la compañía uruguaya, de la que Julio Bocca puede sentirse muy orgulloso.

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