Ian McEwan, ayer durante su conferencia en el CCCB
Ian McEwan, ayer durante su conferencia en el CCCB - INÉS BAUCELLS

Ian McEwan: «Hamlet es la primera representación de un ser humano moderno lleno de dudas»

El autor británico presenta «Cáscara de nuez», atípica reinvención de la obra de Shakespeare en la que da voz a un feto

BARCELONA Actualizado: Guardar
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En los últimos años, a Ian McEwan (Aldershot, Hampshire, Inglaterra, 1948) le hemos visto embarcarse en proyectos tan variados y literariamente vistosos como la deconstrucción de la novela de espías, la sátira con vistas al cambio climático -aunque deteste la idea de hacer reír por obligación- y el pulso moral a la sociedad tras la barbarie del 11-S, pero su última pirueta, ese disfrazarse de nonato para reinventar «Hamlet» desde el útero materno y hacerse pasar por un feto omnisciente adicto a la BBC y a los podcasts de actualidad, es de las que hace época.

Así, cazando al vuelo ese «podría estar encerrado en una cáscara de nuez y sin embargo considerarme rey de un espacio infinito, si no fuera porque tengo malos sueños» que Shakespeare grabó a fuego, el autor de «Expiación», voz destacada de ese dream team ochentero de las letras inglesas en el que se apiñan Martin Amis, Hanif Kureishi, Julian Barnes y Salman Rushdie, ha firmado con «Cáscara de nuez» (Anagrama) su particularisimo homenaje al bardo de Avon en el cuarto centenario de su muerte.

«Me pareció una idea tan absurda que me sentí inmediatamente atraído», reconoció ayer McEwan durante una charla en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) en el marco de Kosmopolis en la que recordó que la primera frase de la novela, ese «Así que aquí estoy, cabeza abajo dentro de una mujer» se le apareció de pronto, como por arte de ensalmo, mientras masticaba bostezos en una conferencia soporífera, y ya no se le despegó hasta que el libro estuvo terminado y publicado. «No sabía quién hablaba ni sus circunstancias, pero sí que sabía que era un feto. Estaba releyendo “Hamlet” y su impotencia e incapacidad de actuar tenía algo en común con la incapacidad de actuar de un feto. Un feto es un héroe existencial; es sólo una voz en la oscuridad. Además, siempre puedes confiar en un feto», desgranó el autor británico.

Las dudas, añadió, estaban ahí, mirándole de reojo con una mueca de escepticismo y desaprobación -«pensaba que era un libro que los lectores no aceptarían», confesó-, pero el reto era demasiado jugoso como para dejarlo escapar. Al fin y al cabo, en eso consiste ser escritor. ¿O no? «Si la novela no ha muerto es sencillamente porque te puede dar esa idea de ser otra persona -aseguró-. En este sentido, la razón por la que Hamlet es tan importante es porque es la primera representación de un ser humano moderno lleno de dudas. Es un ser humano específico y único y el principio de la literatura moderna».

Rebeldía atípica

Así que, con las mismas dudas que el joven príncipe danés pero con una quincena larga de novelas guardándole las espaldas y ayudándole a mantener el equilibrio, McEwan ha sumado un nuevo hito, otro más, a una carrera que, asegura, arrancó casi por casualidad, como puro acto de rebeldía. «Fui un joven bastante convencional: mis padres no eran grandes lectores . De hecho, en mi casa no había libros ni música clásica, así que conocer todo esto fue mi manera de rebelarme», relató.

Con el tiempo, ese joven atípicamente rebelde se convertiría en una de las plumas señeras de una generación ya de por sí asombrosa, pero incluso en esa aplastante victoria bendecida por las páginas de la revista «Granta» hace más de tres décadas detecta cierto grado de azar y fortuna. «Hemos tenido mucha suerte. Mis hijos, por ejemplo, no tienen esta suerte. Antes era más fácil conseguir un trabajo y considerar que harías ese trabajo para el resto de tu vida. Mi alquiler era de 9 euros al mes, así que sólo tenía que escribir un artículo para una revista cada dos semanas. Eran otros tiempos, una época bastante ideal. Ahora todo es mucho más difícil: los alquileres, por ejemplo, sin disparatos. Eso es parte de la aleatoriedad del sistema económico», explicó.

Esa «aleatoriedad del sistema económico» sería también un buen eufemismo para explicar las causas de un Brexit del que McEwan no se cansa de abominar en cuanto tiene ocasión. Y ayer, claro, no iba a ser una excepción. «Creo que ha sido una catástrofe, un error del que nos arrepentiremos -insistió-. La Unión Europea, a pesar de todas sus deficiencias, ha sido el proyecto más heroico y noble orquestado por la humanidad. No es perfecta, es humana, pero siento vergüenza de salir de ahí. Y más aún si el Brexit es el primer paso hacia la desintegración de la Unión Europea, ya que entonces podremos decirnos que hemos tenido éxito a la hora de dar combustibles a populistas y demagogos».

De lo universal a lo personal y siguiendo una suerte de proceso inverso al que ha llevado a los británicos a dar la espalda al resto de Europa, McEwan reconoce que con la edad ha empezado a ablandarse y, a sus 68 años, ha conseguido no sólo «expandir» aquello que siempre le ha interesado, sino también ganar en sintonía con quienes le rodean. «Soy más tolerante; me siento más cerca de los fracasos y de las debilidades del ser humano ahora que en el pasado», reconoció.

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