Imagen del montaje de la exposición de la Agustín Parejo School en el CAAC
Imagen del montaje de la exposición de la Agustín Parejo School en el CAAC
ARTE

La movida malagueña

Puede que a pocos les suene el nombre del colectivo Agustín Parejo School, pero su papel fue determinante en la Andalucía de los 80. El CAAC, en Sevilla, lo rescata

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Desde el punto de vista de la Historia del arte español contemporáneo, los años ochenta estuvieron marcados por el ocaso de las prácticas vanguardistas, políticamente comprometidas, y por la efervescencia de un mercado floreciente, que encontró en la organización de ARCO (1982) su principal referente. El intento de golpe de Estado de Tejero, el 23 de febrero de 1981, puso fin a la resaca de la dictadura, acabando no sólo con las amenazas golpistas, sino también con todas las ilusiones izquierdistas y radicales, y consolidando, como mal menor, nuestra monarquía parlamentaria con sus comunidades autónomas, su integración en la OTAN (1982) y en la CEE (1985), y una apertura efectiva a los mercados internacionales.

En materia de arte, ello se tradujo en una ofensiva durísima contra el arte de vanguardia, el conceptual y el politizado, y en una encarnizada defensa de las virtudes del mercado.

Se hicieron congresos para proclamar el final de las vanguardias y se fundaron revistas, como «El comercial de la pintura», que abogaban directamente por la pintura comercial. Un célebre editorial de « La Luna de Madrid» anunciaba abiertamente: «La vanguardia es el mercado». Todo ello supuso el triunfo final no sólo de la pintura resucitada, sino más bien de un modelo de arte objetual, mercantil, estéticamente bello e ideológicamente neutro.

Muchos fueron, sin embargo, los artistas que no terminaron de acogerse a aquel modelo y mantuvieron sus compromisos estéticos, conceptuales o políticos, ajenos a las veleidades del mercado. Es el caso, por ejemplo, del colectivo malagueño Agustín Parejo School, recuperado para la Historia del Arte por la feliz iniciativa del CAAC, y del comisario de esta muestra, Jesús Alcaide.

Sin referentes

Con apenas 18 o 20 años, la mayoría de los miembros del colectivo ni habían estudiado Bellas Artes, ni tenían ningún referente artístico claro. El nombre que escogieron es el de la calle en la que vivían y en la que se reunían para organizar sus actividades. Pensar en Picasso como artista malagueño no era entonces más que una «boutade», que para sorpresa de todos pareció hacerse efectiva bajo la forma de museo. Por eso, más que a artistas españoles determinados, tomaron como maestros a los constructivistas rusos, a Tatlin, a Rodchenko, a Popova, Pevsner o Lissitzky. En sus pintadas, camisetas y carteles se sirvieron con extraordinario sentido del humor de una estética constructivista rusa para hablar de los problemas actuales, malagueños y españoles. Todo ello, cuando ni siquiera podría sospecharse la apertura de un Museo Ruso en Málaga.

Malagueños y andaluces, se burlaban de las imágenes turísticas y folclóricas de su tierra

Al constituirse como colectivo, rechazaban los ideales románticos de la autoría individual, de la creación original y del gran estilo, en favor de una creación anónima, coral, irónica y burlona, que desconfiaba no sólo del triunfo de las formas artísticas mercantilizadas, sino también de los nuevos modelos de representación democrática consagrados en la Constitución, y desconfiaban especialmente de las Comunidades Autónomas, antes incluso de que llegaran a convertirse en los actuales parques temáticos de sí mismas.

Malagueños y andaluces, se burlaban reiteradamente de la imagen turística y folclórica de Málaga y Andalucía mediante camisetas, pegatinas o pintadas, además de participar u organizar marchas satíricas de protesta.

«Vota con garbo»

Muchos años antes de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, Agustín Parejo School se manifestaba por las calles de Málaga junto a la Asociación de Vecinos sin Vivienda «teatralizando» la acción como si de una procesión de Semana Santa se tratara, con toda la parafernalia propia: tambores, velas... También se burlaban de las campañas electorales y de la escasa credibilidad política de la mayor parte de los candidatos, participando en las campañas políticas con líderes inventados («Vota Moreno, vota con garbo»). E ironizaban sobre las inventadas identidades regionales, cuando proclamaban: «Málaga Euskadi da».

Frente a las patologías y las contradicciones del arte político, como la denuncia del sistema mercantil tan sólo para acceder a un mercado más prestigioso, o la llamada «subversión subvencionada», Agustín Parejo School proponía un arte callejero y activista, a base de pegatinas, pintadas, camisetas serigrafiadas, panfletos, canciones y carteles, cuyo valor comercial era insignificante, y que sólo servían como medios para cortocircuitar significados dominantes. Más que «obras de arte» en un sentido canónico, eran objetos de ironía, de crítica y de combate, a los que era difícil otorgar un valor fetichizado. Por ese motivo, ha constituido una verdadera sorpresa el magnífico trabajo de archivo realizado por el museo y por el comisario de la exposición, rescatando más de cien testimonios y documentos de aquella movida malagueña.

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