Kobe Bryant dice basta y se retirará en 2016

Kobe Bryant cumplirá el próximo año veinte temporadas en la NBA. Dos décadas en las que le ha dado para conseguir cinco anillos de campeón y convertirse en una de las leyendas más importantes del deporte de la canasta en Estados Unidos. Un mito en activo que colgará definitivamente las botas en el verano de 2016, cuando finalice el contrato que firmó hace dos temporadas con Los Ángeles Lakers, su equipo de toda la vida.

Hubo un día en el que Kobe Bryant se marchó de la cancha sin anotar un punto. Tenía 12 años y aún era un niño que disfrutaba con la canasta, pero también con un balón de fútbol. Dudó, entonces, si centrarse en la portería, pero fue entonces cuando una parte de la historia del baloncesto cambió para siempre.

«Mi padre y mi tío eran dos leyendas del baloncesto y aquel día yo no había anotado ningún punto. ¡Cero! Había avergonzado a mi familia, pero transformé mi fracaso en combustible para mantener vivo el fuego competitivo. Me obsesioné con demostrar a mi familia –y a mí mismo– que era capaz de hacerlo», confesaba el propio Kobe poco después de superar a Michael Jordan y situarse como tercer máximo anotador de la historia de la NBA.

Unión con Gasol

Aquel niño se guió desde entonces por una ética del trabajo y una competitividad difíciles de igualar. Asombrosas incluso para la mayoría de sus compañeros. Pau Gasol, que durante años compartió vestuario con él, siempre destacaba lo mismo de Bryant: el amor por el baloncesto y su capacidad de superación. Al final, las lesiones han vencido al mítico «24» de los Lakers. Dos temporadas casi en blanco le han llevado a tomar la decisión más difícil. Más que aquella de elegir entre el fútbol y el baloncesto.

La próxima semana, en una entrevista que publicará «The Hollywood Reporter», Bryant anunciará su adiós para 2016. Prefiere no arrastrarse por las canchas y quiere irse por todo lo alto. Para ello, los Lakers tendrán que moverse bien en el mercado de agentes libres y montar un equipo que aspire al anillo. Sería su sexto entorchado, con el que igualaría la leyenda de Michael Jordan, el gran motor de su vida deportiva. El hombre al que siempre quiso parecerse y que, junto a aquella tarde desastrosa en la canasta, propició una de las carreras más importantes del baloncesto mundial.