pan y circo

El retorno del Submarino

'Momentos peores hemos padecido a lo largo de nuestra trepidante historia y supimos salir a flote de manera heroica'

Sergi Guardiola aún no ha marcado este año. ccf
Pepe Reyes

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Cuando todo parecía perdido y la afición se sumergía en un angustioso estado de abatimiento y desesperación, la derrota del Mallorca en Sevilla el pasado lunes nos devolvía ese halo de esperanza, ese atisbo de ilusión tan necesarios para afrontar la inminente jornada con el renovado convencimiento de que la ardua empresa de la salvación es factible todavía. Porque lo acaecido el pasado fin de semana, esa sucesión de infaustos resultados para los intereses del Cádiz, parecía responder al acabado guión del más pesaroso de los dramas, al compungido argumento de la más triste elegía, al sobresalto y espanto de un cuento de terror.

Perdíamos con estrépito en Gerona y nuestros más directos rivales rivalizaban ardorosamente en heroicas remontadas para tomar distancia en la tabla y dejarnos hundidos en la clasificación. Pero, tras tan aciaga sucesión de malas noticias, el último duelo de la jornada nos tenía reservada una puerta a la ilusión. Una puerta que se presenta con la forma de último cartucho, del primero de los sucesivos match ball que tendríamos que superar.

No queda más opción que la victoria. Aunque el frío dictamen de la inapelable estadística - sólo cuatro triunfos en treinta y dos partidos disputados – nos condena inevitablemente a los abismos, podemos y tenemos que confiar en que lo que parece imposible es aún posible. La situación de la tabla clasificatoria nos obliga a ganar cuatro o cinco encuentros de los seis que aún restan. Lo que es empresa arduo complicada para cualquier equipo. Máxime si éste se trata del Cádiz, al que tanto le cuesta ganar y que tantas debilidades ha mostrado a lo largo de la temporada. Aunque momentos peores hemos padecido a lo largo de nuestra trepidante historia y supimos salir a flote de manera heroica y sorprendente. Hazañas que nos valieron el universal apodo de submarino amarillo, aquél que, contra todo pronóstico, era capaz de emerger de las profundidades abisales y salir a flote en el último suspiro. Permanencias in extremis que marcaron nuestra vida. Seguimos siendo el auténtico submarino amarillo y este domingo lo vamos a demostrar.

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