pan y circo

Sí se puede

'No cabe otra alternativa que el optimismo'

Javi Hernández conduce un balón en un amistoso. ccf
Pepe Reyes

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No cabe otra alternativa que el optimismo. A pesar de que la realidad indique lo contrario y las estadísticas abrumen con su implacable dictamen, no existe más opción que la esperanza, no podemos pensar en otra cosa que no sea el éxito final de la permanencia. Entre equipo y afición, binomio inseparable en cualquier circunstancia, ya no puede haber fisuras, con la fuerza unida de ambos se han conseguido cosas inverosímiles en el fútbol, y por estos lares hay pruebas convincentes de ello. Episodios gloriosos de salvaciones in extremis, cuyo sólo recuerdo insufla ánimo en esta situación de incertidumbre. La historia, o parte de ella, está con nosotros. De nada vale recrearse ahora en el análisis exhaustivo de todo lo ocurrido en lo que se lleva de temporada, de las limitaciones del equipo, de su pobre bagaje ofensivo, del decepcionante rendimiento ofrecido por muchos jugadores...no es momento para eso. Es hora para la fe, para la esperanza y casi para la oración. Se ha calificado el inminente duelo frente al Granada como una final. Y lo es, como lo serán los siguientes ocho partidos que restan, pues se antojan necesarias cuatro o cinco victorias para optar al objetivo. Empresa nada fácil, si tenemos en cuenta que en la friolera de 29 encuentros disputados sólo hemos conseguido tres triunfos. Entonces, pensar que en estos siguientes nueve partidos vamos a obtener esas cuatro o cinco victorias imprescindibles, ¿es una quimera o se ajusta a los ambiguos cánones de lo plausible? Los datos, la crudeza de lo tangible, conducen al pesimismo. Pero existe un halo íntimo, una ráfaga de ilusión, que nos llevan a la esperanza, a un mesurado optimismo. Al equipo se le ve últimamente bien asentado en el campo, planta cara a todos los rivales, mantiene un buen tono físico y determinados futbolistas evidencian una franca progresión en su juego. Hemos de confiar en el Cádiz, en ese celebrado submarino capaz de emerger de las aguas más tenebrosas en el momento más inesperado. Sólo nos queda la fe, esa que mueve montañas, pero nunca movió el balón.

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