pan y circo

Manos grises

'La victoria se resiste y eso parece pesar como una losa emocional sobre los jugadores'

No está teniendo suerte el Cádiz con los arbitrajes. antonio vázquez
Pepe Reyes

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Proclamaba el excolegiado Luis Medina Cantalejo, presidente, a la sazón, del Comité Técnico de Árbitros, que había que acabar con esa lacra desconcertante de 'penaltitos'. Y hasta exhortaba a sus desorientados subordinados para que dejaran de señalar tanta mano incomprensible y surrealista, que se abstuvieran de sancionar esas manos que, por su retorcida, rocambolesca interpretación, él mismo interpretaba como grises. Qué curioso, manos grises. No sabemos si las que le señalaron ignominiosamente al Cádiz el pasado domingo pertenecen a la gama del gris perla o del gris marengo.

Aunque más bien parece que habría que encuadrarlas dentro del tenebroso catálogo de la mano negra. Y no por el color de esa mano del defensor local, cuyos dos dedos rozaran el balón de manera involuntaria y tangencial, sino por esa otra mano, imperceptible, draconiana y sumarísima, que maneja las pantallas de ese artefacto vil denominado VAR. Que unas veces por omisión, como ocurriera en Vigo, y otras por siniestra intromisión, como pasó frente a Osasuna, el caso es que seguimos convertidos en víctimas propiciatorias del disparate fatal de sus letales ocurrencias. Las manos que nos pitan las adjetivan de grises, pero la mano que está detrás del esperpento de su decisión debe ser de un color negro zaíno, rayano en el catafalco. Lo que sí posee un tenebroso color gris, cárdeno oscuro, es el rendimiento ofrecido por aquellas incorporaciones que vinieron a reforzar el plantel y, hasta la fecha, han constituido un rotundo fracaso.

Los casos de Maxi Gómez y Machis adquieren rango de paradigma en este capítulo. Pero no está el Cádiz en situación de entretenerse en disquisiciones cromáticas, pues la clasificación apremia y los puntos vuelan partido tras partido. La victoria se resiste y eso parece pesar como una losa emocional sobre los jugadores. En determinados tramos de los encuentros se aprecia franca mejoría, en los que se controla al rival y se toma la iniciativa del juego, pero llega un momento en que todo se vuelve gris y el equipo entra en pánico, temeroso de perder el dorado botín del triunfo.

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