la platea

Mal vamos si hay que llamar en enero

'Si el club hace un llamamiento a la afición para que anime es que tenemos dos problemas'

A la afición del Cádiz no hay que llamarla. a. v.
Mauricio García

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Hace pocos meses, ante este mismo rival, pedía a los jugadores que tras saltar al campo, en vez de esa melé de fútbol moderno, miraran a la grada y buscaran las caritas de los niños, que dejaran la milonga de la responsabilidad y salieran a morir, para que una vez terminado el partido, con una victoria en la mano, pudieran volver a mirar a la carita de los niños y dijeran: 'Eh, pibe, no te podía fallar. Nos vemos en la próxima'.

Entonces estábamos en el final de liga y nos jugábamos los cuartos contra un rival que estaba como nosotros. Ahora la situación es distinta. Estamos empezando la segunda vuelta y si el club, en sus redes sociales, hace un llamamiento a la afición para que anime es que tenemos dos problemas.

El primero es que parece que el club no conoce a su afición. Siempre está, sin llamamientos externos. El día de partido es un día grande para el cadista, como demuestra jornada tras jornada en los aledaños del Estadio, como dignifica con hechos, donde haga sol, lluvia, calor o frío, siempre se viste de amarillo, porque ese color, como dejó para la historia uno de los grandes aficionados, es 'gloria bendita para los cadistas'.

Hacer un llamamiento es casi un insulto a la afición, que siempre sabe estar, que pocas veces se han escuchado pitos en la platea por muy mal que el equipo lo haya hecho. Porque sabe vivir con estoica resignación cuando vienen mal dadas, que a lo largo de la historia han sido muchas veces. También sabe disfrutar de las alegrías como la que más e incluso, y esto sí que tiene mérito, venirse arriba con el simple hecho de ver que el equipo, aunque al final no llegue, compite, lucha y pelea.

No es una afición de teatro, es pasional como ninguna, que considera su cadismo casi como una religión, y como tal religión, un dogma de fe inquebrantable aunque la evidencia numérica tenga a su equipo entre el pelotón de los más torpes.

Por eso me molesta ese llamamiento. Y aquí viene el segundo problema. Porque si en enero el que gestiona la empresa tiene que apelar a los sentimientos del que paga, mal vamos. Tirando a camino de la hecatombe. Decía Valdano que el gol se compra, en un intento de explicar que la calidad y el talento hay que pagarlo. Si el equipo está donde está y se ve que aun compitiendo bien no le llega, habrá que pagar por algo más de talento. Porque de buenas sensaciones, de merecen más y de algúndía llegará la victoria está llena la historia de los descensos.

Pues eso. A los jugadores les vuelvo a pedir que miren a la grada al salir y vean las caritas de los niños. Al club, que deje a la afición gestionar sus sentimientos libremente y que se aplique en la compra de talento, que yo tengo la sensación de que podría haber sido rico pero me quedé en eso, en la sensación, y con eso, no se come.

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