Lo vuelve a hacer y lo hace bien

Una cosa tiene Manuel Vizcaíno que no se le puede negar. Sabe medir muy bien los tiempos. Sus tiempos, que es el de todos.

Este sábado volvió a hacerlo.Además, lo hace cuando nadie lo ha advertido, cuando nadie le ha pedido nada, cuando nadie se lo espera. Pero ahí está él, marcando los tiempos.

El sevillano es un dirigente que no siempre sale a hablar. No es un Gil. Ni un Del Nido. No responde al target de hablar siempre que se le pone un micro a pesar de que es un amante de esa forma de hacer polític, de esa que se hacía en los tiempos de ‘La Liga de los hombres extraordinarios’. Mamó de ellos pero al igual que los estima, los desaprueba con la forma de hacer gestión. Eso sí, no pierde la oportunidad de emularlos cada vez que considera que le ha llegado la ocasión. Y este sábado, en mitad de un acto de un peña, creyó conveniente mandar un mensaje a una afición que cada vez duda más de él.

Y dio en la clave. Pese a soltar un discurso alejado del populismo que tanto le detesta, el presidente cadista mandó un recado gordo y considerable al cadista. Sí, sí. Porque lo que hizo Vizcaíno es leerle la cartilla a au aficionado. Y con razón. O no, eso será al gusto del consumidor.

Pero lo que hizo Vizcaíno fue lo más sensato y eso no es otra cosa que aliarse con los que le tienen que volver a sacar las castañas del fuego, sus futbolistas. Esos a lo que igual trata como un amigo o como a un hijo, dependiendo de los tiempos, sus tiempos. Sus tiempos y sus circunstancias.

Vizcaíno cree tener el viento de popa y ya se conoce su baraka. Es cierto que la suerte se trabaja y él, a sus formas, la viene trabajando desde que se sentó en el trono amarillo. Se ve con tanta fuerza que no ha dudado en mandar un mensaje claro y rotundo: dejen de quejarse de lo que hay y aprieten los dientes con lo que se tiene. Y, a su manera, vuelve a tener razón.