Pan y circo

Vete y gánalo

El bravo jugador sanluqueño merece la oportunidad de afrontar una aventura que no se le permitió cuando más cotizaba su humilde nombre

Salvi llegó del Villanovense en el verano de 2015. Francis Jiménez
Alfonso Carbonell

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'Quien no quiere a Salvi no quiere a su madre'. Valga esta expresión para ejemplificar lo que debe ser el cadismo bajo mi insignificante punto de vista. Salvi es obrero, lo es. Lo ha sido, vamos. Como quien dice, dos días antes de vestir la camiseta amarilla estaba en lo alto de un andamio. Literal. Después ya llegaron sus tatuajes y sus cosas, pero Salvi fue albañil mientras luchaba por ser futbolista. Lo era para dar de comer a los suyos y lo ha seguido siendo para dorar la historia de un club que debería hacerle el mayor de los homenajes cuando decida partir.

Llegó en 2015 procedente del Villanovense para emerger en el fútbol gracias al Cádiz. Sus primeros pasos los dio en un Cádiz deprimido tras el varapalo de no ascender en la campaña anterior ante Oviedo y Bilbao Athletic. A la sombra de Güiza, Salvi fue creciendo en un año muy complicado. Demasiado. Hasta que apareció el profeta, don Álvaro Cervera, que se apoyó en dos enanitos para hacer volar al submarino.

Salvi fue el artífice de la primera victoria de la era Cervera . Marcaba el gol de la victoria en Jaén en la última jornada de la Liga regular antes de encarar unos 'play off' de ensueño y en los que el sanluqueño volvería a ser determinante. Junto a Alvarito materializaron el pase a la segunda ronda tras sus goles en A Malata y lanzaban al cadismo al sueño que ha acabado en una maravillosa realidad.

Pasaron los años y se subieron peldaños a medida que la grada más exigente fue advirtiendo carencias. Por el camino fueron quedando compañeros así como otros iban ascendiendo tanto en la esfera económica como en la deportiva. Fue el caso de su 'hermano' Alvarito, que hacía las maletas para irse a Primera tras una oferta astronómica del Rayo, la más cara en la historia del club vallecano. Ese mismo verano también habían llegado al club suculentos contratos para Salvi , que se dio de bruces con el suyo, más cortito y de andar por casa que el Cádiz le había hecho en su primer año en Segunda.

Fue un verano para olvidar y en el que Salvi no pegaba ojo. Noches sin dormir por un sueño inalcanzable. Largas y trasnochadoras conversaciones con sus seres queridos para decidir cómo obrar. Lógico, era consciente de que su dorado lo tenía al alcance de las manos después de años yendo de la obra al campo del entrenamiento reduciendo sus horas de descanso al mínimo.

Aquel verano Cervera, de bien nacido es ser agradecido, no les incordió ni a Alvarito ni a él, cuando se pusieron medio en rebeldía esa pretemporada por si llegaba el contrato de sus vidas. Y llegó. Vizcaíno aceptó uno, pero no dos para no dejar desnudas las bandas de un equipo que siguieron dándole vida al Cádiz. Y Salvi acató.

Se quedó en Segunda con un contrato de Segunda mientras veía como su mejor amigo partía a Primera con la vida resuelta . En una rueda de prensa desoladora, se descubrió ante los periodistas abriendo su corazón.

A la larga, el Cádiz entró en razón y le mejoró el contrato, que no es ni de lejos de los más lustrosos del vestuario. Para colmo, Salvi ha tenido que soportar críticas hirientes de buena parte de ese cadismo que mejor estaría callado cuando le llega el balón al de Sanlúcar. Salvi es un currante de esto y de lo otro y nadie mejor que él para portar el brazalete. Un brazalete en posesión, por cierto, de otro compañero suyo al que se le ha renovado sin jugar un solo partido a diferencia de él, que vence contrato en junio.

Ahora le ha llegado una oferta del Espanyol que mejora lo que gana en el Cádiz CF. Salvi, no lo dudes, cógela y gánalo. Te lo mereces. Y si te pitan en Cornellà, seguro que duele menos que te lo hagan en tu casa.

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