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Cádiz CF

Todos menos uno

El once de Garitano da un ejemplo de solidaridad excepto un jugador que ya no tiene perdón

La crónica del derbi en La Rosaleda

Brian Ocampo, en una carrera inútil en La Rosaleda. l. v.

A. C.

Cádiz

Todos menos uno, Brian Ocampo. El uruguayo se marcó en el derbi de La Rosaleda del pasado domingo un partido como para pegarse los cinco siguientes comiendo pipas en la grada o en una discoteca al aire libre, donde menos moleste a un compañero. El pasado viernes, su entrenador Gaizka Garitano tuvo el gesto hasta de defenderlo tras su negligente papel en Anoeta, de donde dijo no salió castigado pese a pasar de la titularidad a no jugar ningún minuto la semana siguiente en la victoria ante el Eibar. «Es un jugador irregular con picos muy alto; es uno de los jugadores con mayor talento del equipo pero no tiene la constancia que se requiere de un jugador que tiene que jugar todas las semanas», dijo de Ocampo, del que añadió que «está trabajando en ello porque sabe que con esa regularidad es un futbolista muy importante». Olvidado su mal papel en San Sebastián, donde fue cambiado por no aportar absolutamente nada en ataque y permitir demasiado en defensa, el técnico cadista lo volvió a rescatar en Málaga cayendo en el error de que no es un jugador para defender un resultado a favor. Y ese error casi que le cuesta la victoria en Málaga al sufrido once amarillo, que lo dio todo en el campo a pesar de contar con un rival vestido de amarillo.

No dio una. Ni quiso darla, que es lo peor. Solo en una primera acción, tras salir del banquillo en el minuto 64, en la que llegó a la línea de fondo sin forzar ni saque de esquina ni centro, pareció sacar el tarro de sus esencias pero tan pronto perdió ese balón se escondió para indignación de una hinchada que no podía creerse ver a uno de los suyos al trote, perdiendo balones y sin seguir a su marca ninguna vez mientras el resto de sus compañeros sudaban de lo lindo para defender el resultado.

Desde luego, la corrosiva actitud de Ocampo no es más que una gota más en el vaso de la paciencia de un equipo que necesita del esfuerzo de todos para conquistar esos objetivos que ahora mismo parecen inalcanzables. Garitano ha conseguido mentalizar a todos sus hombres, comenzando por los del ataque, que o se defiende del último al primero como si fuera lo último que harían en su carrera o el equipo puede ser muy vulnerable. Y por supuesto que no, claro que nadie -y muchísimo menos Ocampo- se puede permitir el lujo de tirarse a la bartola mientras los otros pican piedra.

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