Cádiz CF

Sentido recuerdo en El Rosal por Antonio Navarrete

Minuto de silencio por el delegado que explicó al plantel lo que es el Cádiz CF

Alfonso Carbonell

El equipo ya estaba informado de lo mal que lo estaba pasando aunque aparentemente recuperó vitalidad y la alegría de vivir al poco de ser operado de urgencias. Y eso que Antonio Navarrete, de 72 años, tenía el corazón roto desde hace un tiempo que tuvo que enterrar a una de sus hijas.

La vida lo trató a golpes y él respondía con una alegría que embarcaba a cualquier que lo conociera. Así hizo el día después de que le detectasen un derrame cerebral. Creía que lo había cogido a tiempo. Y como no, le cogió con su Cádiz CF, su equipo de siempre. Estaba subiéndose al autobús para el desplazamiento a Albacete cuando de pronto le comentó al cuerpo técnico que se encontraba mal. Él quería viajar con el equipo para el partido de Copa y después acudir al Bernabéu en el mismo trayecto pero con buen criterio se lo impidieron para mandarlo al hospital, donde le operaron.

Al día ya estaba hablando como si nada con sus amigos y conocidos. Su mujer y su hija Chari, su comunity manager dado que Antonio no se llevaba muy bien con las tecnologías, siempre estuvieron a su vera hasta el final. Al primer derrame le llegó otro. Y Antonio ya no salió del hospital.

De todo ello estaba informado su equipo, sus muchachos, esos a los que desde el primer día les enseñó lo que es ser del Cádiz CF y defender esos colores que tantos infartos han generado.

Navarrete era receptivo con todo aquel que se le presentaba . No dudaba en echar un cable al que se lo pidiera de buenas maneras. Que había que meter a niños por la gatera para que se fotografiasen con sus ídolos en el once inicial, él que lo hacía importándole un pimiento las ordenanzas del típico carguito del club que fuera. Que había que ir a la presentanción de una peña, para allá que iba. Como la de Valencia, que era socio de honor 'de traca', como era su corazón.

Este 28 de diciembre, la inocentada no ha podido ser peor . Se ha marchado el delegado de un equipo al que representó como lo que era, un cadista con ese gracejo gaditano a la par que serio cuando había que serlo. Y todo por defender a capa y espada y con una sonrisa al escudito triangular con un par de leoncitos y un barbudo.

Su equipo no lo olvida y este martes el entrenamiento ha comenzado con un fatídico minuto de silencio que seguro se ha escuchado allá donde esté el delegado del cadismo.

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