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Nástic-Cádiz CF (1-0): El farolillo rojo apaga al Cádiz CF

Pobre bagaje de un equipo que al buscar el aprobado raspado se encontraba con el suspenso en el único error de la zaga

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Ortuño y Salvi se lamentan de una jugada de ataque
Ortuño y Salvi se lamentan de una jugada de ataque

Ni primero ni último, ni líder ni colista. La clasificación se evapora hasta desaparecer en ese preciso instante en el que los equipos aparecen por el túnel de vestuarios y se mantiene en el limbo durante las dos horas del compromiso semanal. El farolillo rojo es quien apaga al Cádiz CF, deslumbra a quien brilló cinco días antes, y frena esa racha de siete partidos sin perder con la que ha tomado oxígeno. Hasta que ha tenido que exhalar el aire.

Actuación pobre de los alumnos de Cervera, peligrosos durante muchos minutos en la primera mitad y neutralizados tras el gol vengador de Ikechukwu Uche. La filosofía es bien conocida y sus pupilos la aplican, pero cuando sólo buscas el aprobado raspado es posible que caiga el suspenso.

Un error de un gelatinoso Aridane en el corte y la pegada del delantero nigeriano devuelven a la Tierra a un equipo que estaba en órbita.

Baño de realidad, una realidad marcada por la igualdad. Una fina línea separa cada uno de los tres resultados posibles y la moneda, bien lanzada por el Nàstic, se volteaba en cruz aunque por momentos dejara ver el rostro.

Porque en las tierras de la pretérita imperial Tarraco los gladiadores del Cádiz CF saltaban a la arena con el deseo de infligir un tajo atroz a un adversario herido y dejarlo tocado de muerte. Los amarillos olían la sangre, percibían el temor en un cuerpo entumecido, agarrotado por ese pavor, y trazaban un plan tan previsible como dañino.

Cervera, en los pies de sus pupilos, regalaba el balón en este 'Black Friday' pero en realidad era un presente envenenado, por descontado. Sólo le permitía un acercamiento nada más arrancar el combate, con excesiva relajación, cuando Valentín sorprendía al recién llegado Brian pero Cifuentes se estiraba y mantenía la mano firme para repeler el cabezazo inapelable de Álex López.

Desde entonces, el Cádiz CF tomaba la partitura del envite y marcaba ritmo, tempo y compás. Presionaba bien arriba aprovechar el desconcierto de una defensa timorata y el cagómetro, con perdón, se disparaba con el disparo de Abdullah sin recorrido y sobre todo con la ocasión clarísima de Ortuño que se marchaba con suspense pegadita a la madera.

El Cádiz todo era robar y robar, robar y robar, mutando la letra de la ranchera, con una posesión fugaz pero feroz en vanguardia machacando a una zaga descompuesta. Sin embargo, ese perdón otorgaba vida a los tarraconenses, que solventaban sus errores defensivos llevando la bola bien lejos de sus centrales. El tanque Álex López se retiraba lesionado, con Uche en el relevo, y los rojillos no notaban el cambio sino que superaban las adversidades para mandar y destapar las flaquezas de su contrario.

Que las tiene, faltaría más. Concretamente en esa medular que este viernes sufría el enésimo cambio. Cervera unía a sus tres centrocampistas soñando con un triángulo mágico y el tridente se perdía al alinearse sobre el ecuador. La incomodidad de Abdullah en la mediapunta propiciaba que por inercia bajara en exceso uniéndose a Jose Mari y Garrido, con el de Barakaldo en ocasiones como el más adelantando ilustrando ese desbarajuste. Los visitantes seguían sin tener la pelota y ahora ya no robaban en zona peligrosa, así que todo su poder se reducía a la mínima expresión.

El colegiado Valdés Aller echaba una mano a Aitor y su equipo, pues el de Gibraleón contactaba con su extremidad superior con la pelota dentro del área, enfureciendo a los hinchas locales porque todos vieron lo que el trencilla se negó a pitar. La pérdida de control en ese último cuarto de hora no se traducía en goles para beneplácito de una escuadra a la que Cervera debía ajustar durante la tregua.

El segundo asalto iniciaba con un dominio abrumador del Nàstic, superando la presión amarilla en todas sus líneas aunque sin conseguir una posición franca para el disparo. Esa incapacidad en ataque bajaba las burbujas de la gaseosa, ofreciendo más opciones a los amarillos que con muy poco atemorizaban a un rival que por algo se mantiene a la cola de la clasificación.

Restado bien el arreón inicial de los locales, Cervera movía el banquillo y apostaba por la pujanza y velocidad de Nico Hidalgo, abrelatas en más de una ocasión. Aitor sería el sacrificado. Salvi permutaba su posición a la izquierda.

Esa ilusión resultaba efímera. Uche escudaba la versión de los agoreros, los que se aferran a la Ley de Murphy, que relataba como sería el nigeriano, de aciago recuerdo y suplente esta tarde, quien ejecutaría a los amarillos. Ikechukwu driblaba con facilidad a Aridane, blandísimo el majorero, y batía por bajo a Cifuentes.

El escenario cambiaba de manera radical. El Cádiz CF debía cambiar una estrategia exigua y los rojillos se divertían con espacios merced a la velocidad de Uche y Jean Luc. Cervera sorprendía al rescatar a Eddy Silvestre después de tanto tiempo ausente, y Santamaría aparecía como la última bala en la recámara del míster.

Uche consumaba su venganza, desmontando a un equipo que no lo quiso hace ya más de una década. Dimitrievski jugaba los últimos minutos tocado y aún así los visitantes ni merodeaban por sus dominios. Tarde para olvidar la de una semana corta que frena en seco el carrerón de los amarillos. Mucho por corregir, nada que no se pueda subsanar.

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