Cádiz CF

La intrahistoria de un bombazo

Los jugadores del Cádiz CF andaban preocupados por el frío ambiente de Carranza y se pusieron manos a la obra para que el estadio fuese un hervidero ante el Valencia. Y vaya si lo lograron

Gonzalo Escalante se lio a mazazos con el bombo comprado por la propia plantilla y regalado a Brigadas Amarillas, que también empleó un segundo que se ve ligeramente arriba. JUan José Melendro / CCF

Alfonso Carbonell

Había cierto resquemor en la plantilla del Cádiz CF con el ambiente que se estaba originando el Carranza . El mal ambiente, bueno malo, no. Pero frío, frío sí. Y la temporada no estaba para hacer de un propio estadio una playa para los rivales. Y más con gente tan caliente y temperamental como los Pacha Espino, Gonzalo Escalante, Fali, Alejo, Conan Ledesma, San Emeterio y tantos otros que van al balón como el que salva a un recién nacido en un incendio. No, Carranza no estaba dando la talla en los últimos partidos de casa y eso lo estaba notando el equipo, que esta pasada semana decidió poner pie en pared.

Por supuesto que antes que comentar esta falta de sintonía con la grada que habían perdido en las últimas tardes, los chicos de Sergio hicieron autocrítica y entonaron también su parte de culpa. La grada responde si el equipo actúa, engancha, vibra con su gente. Como ya lo hicieron hasta en tres tardes consecutivas en casa para dar buena cuenta de Mallorca, Girona y Rayo Vallecano, donde Carranza fue esa olla presión de la que salían disparados los equipos y por la que el Cádiz se mantuvo invicto hasta la derrota frente al Sevilla. Y a esa le siguió otra contra el Real Madrid y otra ante el Osasuna. ¿Qué coño estaba pasando? Se preguntaron en voz alta en el vestuario cadista los jugadores.

Y lo que pasaba es que habían llegado lesiones, sanciones y bajo rendimiento en general pero lo importante estaba latiendo. ¿Y qué era eso tan importante que no había dejado de dar la cara? Pues muy fácil, las ganas, el esfuerzo, el coraje, en definitiva, los cojones estaban. Y si a ese aspecto se le sumaba el aliento de la grada el equipo podría dar la talla a sabiendas de que no estaba al cien por cien pero que con tesón y el ánimo de la grada Carranza debería ser un volcán. Y la afición, respondió. Vamos que si respondió. Principalmente el fondo sur de Brigadas Amarillas, que no paró de animar literalmente un segundo en el partido. No pararon, en serio. No pa-ra-ron. Más de uno se verá el partido ante el Atleti de esta semana todavía ronco.

Esa espectacular forma de animar se contagió a las demás gradas y al césped y puede decirse que el Cádiz no jugó uno de sus mejores partidos, pero que los dos goles los marcaron entre la afición y el equipo. Eso es así. Y lo dirá hasta el propio Sergio, que se emocionó con lo vivido el otro día.

Pero vayamos a la intrahistoria de los bombos. Estábamos con que los jugadores habían sentido perder ese clima de éxtasis al que Carranza llegó con el gol de Guardiola ante el Rayo para ganar su tercer partido consecutivo en su estadio. El cadismo se frotaba las manos mientras veía como su equipo volaba en el campo y en la grada, pero de pronto los de Sergio se metían en un túnel de ocho partidos en los que tan sólo ganaron uno, en Heliópolis. El golpetazo ante el Osasuna fue el definitivo. Había que frenar esa sangría como fuera. Y había que hacerlo unidos, todos.

Se dio esta semana pasada que llegaron unos familiares de Gonzalo Escalante -se les pudo ver en la grada de tribuna con las camisetas de Argentina-. El núcleo sudamericano, ya saben, los Ledesma, Escalante, Espino y compañía, comenzaron a inventar cómo darle la vuelta a la cosa en el estadio. Además, los familiares y amigos de Escalante querían regalarle algo a su anfitrión. Pues ya está, lo uno se unió y con los otro y el jueves el portero del Cádiz CF coge el teléfono. Es ahí donde aparece Enrique Rodríguez Rioja, propietario de la mítica tienda de música Enrique Instrumentos Musicales, una casa de guitarras que su padre abrió en 1965.

Nadie como Enrique para que cuente la historia. «Casi todo ha pasado sobre la marcha. El jueves me llamó Conan, el Ledesma. Yo no sabía en ningún momento quién era pero por la voz podía intuirlo, pero ya te digo que en ningún momento se presentó ni nada. Me dice que necesitan unos bombos rápido, del tirón. Le digo que no tengo problemas porque los tengo en la tienda. Hay otras tiendas que necesitan pedirlos antes por encargo pero, como por el Carnaval me muevo más o menos bien, tengo unos cuantos a disposición del cliente en la misma tienda. Entonces me dice que fabuloso y le emplazo, para que los vea y los pruebe, al día siguiente viernes».

Poco a poco, Ledesma, a lo más puro barra brava, empieza a enseñar la patita sobre cuál es el destino de los bombos que pide con urgencia. «Me dice que los quiere como los de la hinchada argentina, la de Boca, por ejemplo. Me pide que el bombo ha de tener la parejita de platitos chicos, con un 45% inclinados, más chiquitos y no como los nuestros, los dos de Carnaval en vertical. Le digo que sí, que los tengo, que no se preocupe y que a unas malas se los puedo adaptar como quiere».

Hasta ahí la toma de contacto primera. Pero hay u

Enrique, con Ledesma y Espino, el día de la compra.

n problema, el horario. «Me dice que está viendo en internet que cerramos a las 13.30, pero que él termina de trabajar a eso de la una y que igual llega un poco más tarde de nuestro cierre. Le digo que no hay problemas, que yo les espero», comenta Enrique, que con gracia matiza. «A ver, yo no los esperé porque fuesen jugadores del Cádiz CF ni nada de eso, que perfecto, eh, faltaría. Yo les esperé porque eran unos potenciales clientes que me iban a hacer caja, eh (risas compartidas». Más que lógico.

La historia sigue ese mismo jueves con un protagonista más que es quien le termina de confirmar a Enrique sus sospechas de que era Ledesma. «Entonces, poco después de que me llamase el Conan, me llama un amigo (Jony) que yo conozco que trabajaba en el Abuela Elfreides -el restaurante de San Agustín regentado por el empresario argentino Fabián-. Me dice que hay unos familiares de Escalante que están buscando un detalle con el futbolista para regalárselo este domingo en el partido . De ahí supongo, que no tengo ni idea eh, es de donde sale que los bombos acaben siendo utilizados por los Brigadas en el día del partido, que es donde acabaron como se aprecia en la foto que aparece Escalante tocando el bombo al final del partido».

Llega el viernes, el día de la prueba y efectivamente aparecen Conan Ledesma y el Pacha Espino en la tienda para llevarse dos bombos «de ligero peso porque se pueden tocar con una mano» y un repique, que consiste en «una especie de timbal que en vez de tocarse con dos baquetas se toca con unas arillas de fibra y que suele usar la hinchada de Boca. También lo emplean en las batucadas», cuenta Enrique, que por fin va poniendo color y caras a una historia que explotará el domingo y llenará las páginas de los periódicos del lunes.

En definitiva, a los futbolistas les gusta lo que ven y efectivamente se llevan dos bombos con los platos chiquititos y un repique con mazas en vez de correa. Tres instrumentos que no pararon de sonar un domingo en el que Carranza volvió a conectar a su afición con su equipo. La simbiosis perfecta.

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