CÁDIZ CF

Cádiz CF-Tenerife (1-1): Golpe en el último suspiro

El Cádiz CF deja escapar el 'play off' en la prolongación pero depende de sí mismo para recuperarlo en el Reino de Granada

José María Aguilera

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Abdullah se lamenta a la conclusión del Cádiz CF-Tenerife del curso pasado.

El Cádiz CF tenía que ganar. Con tensión, nervios, presión, pavor, coraje y orgullo ; sin fútbol ni juego, sin buenas sensaciones ni argumentos brillantes. Ganaba en el tiempo reglamentario, y eso condicionaba cualquier análisis, porque las finales no se juegan, se ganan, y los de Cervera cumplían con su cometido. 'Chapeau'.

¿Cómo embarrar el vergel de Cervera cuando hasta los astros le son favorables? Porque sus pupilos no sólo triunfaban con el voleón de Perea, sino que iban a pelear por el ascenso a Primera con los 'regalitos' de sus perseguidores. ¡Qué bonito es ser del Cádiz CF! ...pero qué duro a la vez. Porque el peor de los males, Malbasic, en la prolongación, derrumbaba de un puntapié toda la muralla de ilusión que se había levantado con tanto sudor. Sin fútbol, pero con casta.

Y otra vez a navegar. Con el rostro abotargado de tanto sufrir, los brazos hinchados de remar y remar . Los amarillos despreciaban el tesoro que arribaba desde las Islas y lo tendrán que batallar en el reino nazarí. Sin fútbol (bueno, no estaría mal que con un poquito más), la lucha por el ascenso se mantiene hasta el epílogo. Y el Cádiz depende de sí mismo, en principio positivo. La única madera a la que aferrarse ante la amargura de quien lo pierde todo cuando ya lo creía ganado.

El Cádiz, marcado por las bajas

Las ausencias de Barral, Garrido y Salvi condicionaban un once cogido con alfileres, con movimientos un tanto extraños. Los laterales sufrían el enésimo cambio, lógico ante el desbarajuste de esta campaña; pero arriba, una referencia en la delantera como Carrillo se escoraba a la derecha cual extremo. Antinatural, antiestético, y es temible pensar qué momento atravesarán Nico y Aitor para que un ariete de 1,93 les cierre el paso. Como nueve, Jona pasaba de no viajar a Barcelona a ser titular en la final con el Tenerife.

El equipo salía enchufado, pero tremendamente limitado. Sus mejores hombres moran en la enfermería, valga como explicación y hasta como excusa. Así que a falta de fútbol, tocaba intentarlo con casta y coraje frente a un adversario a ralentí. Álex agarraba firme el timón, con Abdullah jugando cara a la galería y Perea extraviado, e intentaba sobreponerse a las carencias del colectivo con escaso éxito.

Los amarillos permanecían conscientes de la necesidad del triunfo y para colmo esa presión desembocaba en una tensión perjudicial. Porque para vencer, una máxima indiscutible es que hay que marcar, y el Cádiz CF sólo creaba una ocasión de gol en la primera mitad. Jona se libraba de su par en una acción propia del basket pero, la película de siempre, el meta desbarataba su ocasión con el despeje a quemarropa.

Sin juego, sin fútbol, todo es mucho más difícil.

La reanudación exigía algo más. El Cádiz CF necesitaba que Abdullah y Perea regresaran a filas. El de Comoras ofrecía un auténtico recital de lo que no se debe hacer en el fútbol profesional. Y prosperaba en Carranza un ambiente enrarecido, de silbidos más que de aplausos y de receptores itinerantes.

Jona empezaba a crecerse, eclipsando a otros compañeros completamente deslucidos. Pero el Cádiz CF necesitaba una inyección de energía, un revitalizante desde el banquillo. Cervera ha introducido en su vestuario el debate de lo que pueden o no pueden hacer estos jugadores, y se lo debe aplicar pues Carrillo no puede jugar de extremo. A la caseta para introducir a Aitor García.

Sin juego, sin fútbol, todo es mucho más difícil.

Reiterativo, pero es que no hay otra. Y quien mejor lo interpreta en este plantel, casi el único, es Álex Fernández. El pelirrojo agarraba la pelota, su amiga, y la aguantaba contra viento y marea , ante los embates del enemigo, hasta que aparecía Álvaro para colgarla al corazón del área. En el rechace, Perea desempolvaba su diestra para colar la bola con una gran volea bien pegadita a la madera.

El alma de Carranza se manifestaba con un sonido atronador. Un grito tembloroso que denotaba la tensión reinante. El primer impulso era echarse atrás, pero el primer acercamiento chicharrero eliminaba ese pensamiento de la cabeza. Medida disuasoria. Cervera apostaba por Dani Romera y Eugeni, para no perder el paso, y los locales no sufrían más que por la incertidumbre propia del resultado.

Aitor malograba el segundo al no alcanzar el servicio de Alvarito, ya con Dani Hernández superado. Y el perdón lo castigaba Malbasic con un tremendo zapatazo desde la frontal que superaba por raso a Cifuentes, silenciando Carranza, la Laguna y toda la Tacita de Plata. Mazazo durísimo. Un golpe del que emanaba sangre instantes después, cuando entre Aitor, Romera y Alvarito decidían posponer una semana más la solución final, prolongar la agonía.

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