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¿Kamikazes por la permanencia?

La premura clasificatoria obliga a Pellegrino casi que a inmolarse con un planteamiento que arriesgue en la búsqueda de una salvación que no se lograba con lo que ya se hacía

Mauricio Pellegrino y sus ayudantes, en el banquillo de Vallecas. ccf
Alfonso Carbonell

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No va con él ni con su forma de trabajar, pero no le queda otra. Mauricio Pellegrino no es amigo de cambios radicales y así lo ha dejado de manifiesto en sus primeros partidos en los que prácticamente firmó once iniciales que bien podría haber firmado su antecesor Sergio. Ambos se equivocaron, pero con mayor gravedad lo hizo el argentino, que parecía no haberse dado cuenta del porqué de su llegada.

A Sergio se le despide porque el equipo andaba encallado desde que saliera goleado en la quinta jornada de Liga en San Mamés y si duró más en el cargo no fue más que gracias a la pésima dinámica que llevaron también Almería, Granada y Celta. Fueron precisamente los gallegos los únicos del pelotón que despertaron para dar alcance a un equipo amarillo muerto en vida. Por tanto, el club cambiaba de entrenador y aparecía Pellegrino después de tres noes (Diego Martínez, Berizzo y Rubi) y dos peros (Machín y Abascal). Ya con mando en plaza Pellegrino, había que hacer cambios a la voz de ya y no solo nos los hizo sino que se empeñó en seguir con ideas caducas que nunca tuvieron éxitos más allá de unas jornadas primeras de Liga que sirvieron como coartada para el engaño general de todos.

Más allá de la entrada de Sobrino, el once del nuevo Cádiz apenas se modificó con Pellegrino al frente durante los cuatro primeros encuentros en los que solo se sumaba dos puntos de doce. Era lógico puesto que se hacía prácticamente lo mismo y con los mismos hombres. Y sí, el equipo seguía compitiendo y vendiendo cara su derrota, pero evidenciando que con lo que ya se estaba haciendo no daba.

Parece que a la quinta jornada, Pellegrino se da cuenta de que tiene que mover el árbol, hacer algo distinto y, lo más importante, dotar de fútbol a un equipo que no lo ha tenido durante el año por culpa del bajón de rendimiento de Escalante y la ausencia de centrales con miras. Fue con la llegada del Celta, considerada como la primera final de las doce que restaban en ese momento, cuando el técnico cordobés sentaba al pichichi de su equipo, Chris Ramos, y ponía a Maxi Gómez. Ya antes, en El Sadar, también había dejado en el banquillo de El Sadar a Iván Alejo. A pesar de ser los dos jugadores con mayor regularidad y acierto de un equipo en descenso, Pellegrino cortaba por lo sano ante la necesidad y la obligación de integrar en el once mayor esperanza de posesión.

Ante el Celta el Cádiz CF fue superior, pero si no fuese por el golazo de Machis ahora mismo se estaría hablando de otra cosa. Ese empate 'in extremis' dio algo de fe al equipo, que se presentó en Vallecas con otro golpe de mano de su entrenador, que se atrevía de salida con Kouamé, un ácrata del sistema con aportaciones distintas a las previsibles que estaba dando un decepcionante Escalante. Y en efecto, el once amarillo daba otro pasito de mejoría pero volvía a sacar otro empate insuficiente.

Mauricio Pellegrino sigue manteniendo un discurso cauto, humilde, tranquilo, pero en sus actuaciones se advierte como comienza a inmolarse por el bien de un equipo que necesita más, mucho más. Con Maxi Gómez y Kouamé el juego del equipo ha ganado en mayor control del juego y en valentía. Ante el Rayo, la sensación fue la de que ya no quema el balón en los pies de los amarillos, que ahora, antes de quitárselo de encima buscando la carrera al galope de Chris Ramos, ya levantan la cabeza buscando al compañero desmarcado.

Paso a paso, jornada a jornada, Pellegrino se está soltando la melena, pero sigue atado al lógico equilibrio para no desmantelar la zona defensiva. Solo así se entiende la suplencia de Machis en Vallecas tras su golazo en Carranza con el que se empató al Celta. Arriesgó con Maxi Gómez, se atrevió con Kouamé y solo le queda meter más chispa, más gol y mayor presencia en el once Machis, un jugador anodino a veces pero determinante otras. El Cádiz necesita más para ganar y eso solo lo dan los goles, algo que tiene el venezolano. De entrada, podría resultar un planteamiento kamikaze, pero la situación alarmante del equipo invita a inmolarse en pos de la permanencia. Este sábado viene un grande, qué mejor momento que disfrazarse de kamikazes para sorprender.

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