Cádiz CF
Garitano pierde crédito en el peor momento
El bajón experimentado por su equipo aviva la pérdida de fe en el entrenador vasco por parte de una parte de la afición desilusionada con todo

Anda el cadismo desmotivado y, por lo que se ve, es complicado que la dinámica del equipo que entrena Gaizka Garitano cambie en estos seis encuentros que restan para que acabe una temporada insufrible, la segunda consecutiva con la salvedad de que esta se está jugando en una categoría aún más insufrible.
En mitad de todo este torbellino de desastres llegó un entrenador que puso cordura en el mejor momento ya que con su antecesor en el cargo todo hacía indicar que ahora mismo el Cádiz CF sería carne de Primera RFEF, algo que no parece vaya a serlo después del último empate en Burgos y la derrota del Eldense en Ferrol que ha dejado en siete los puntos que los amarillos tienen de ventaja respecto al descenso.
El trabajo de Garitano, por tanto, y de finalizar así las cosas, sería el correcto, el ejemplar, ese que hace un profesional sereno y responsable en una situación de tremendo estrés. Dicho esto, ¿es suficiente para que siga el próximo año? Discutible.
Como se sabe, el bilbaíno firmó por lo que restaba de temporada y un año más en el caso de que, como es de esperar, mantenga al Cádiz CF en Segunda. Lo del ascenso, si se planteó, no iba en serio. Especialmente, si se analiza un mercado de invierno propio de un club en evasión. Por eso, lo normal es que el actual entrenador cadista lo siga siendo el curso próximo a tenor de lo que ha logrado este.
Preocupante desafección
Sin embargo, la deriva del club no acompaña a que la afición esté entusiasmada con su actual entrenador. De hecho, ¿qué entrenador ilusionaría a una grada devastada por tanto y tanto tiro en el pie dado por una directiva empeñada en desgaditanizar la entidad por cada día que pasa? Pues ninguno.
Por eso, porque no ilusionaría ninguno, lo cierto es que el crédito de Garitano viene a ser el mismo que tendría cualquier otro. Es más, el último ejemplo, el de Paco López el año pasado, un entrenador que llegó con el aplauso generalizado de un entorno que ya por entonces estaba comenzando a desenchufarse tras una despedida de la elite de lo más hiriente para el sentimiento de cualquier afición, sucumbió en mitad de un ambiente que, como él mismo definiría, era de «autodestrucción».
Dentro de los males de Garitano para que el personal ande frío con él es su discurso, su falta de arraigo y su falta de liderazgo en una situación que todo Dios está viendo que se está perdiendo lo más importante que tiene este deporte, la pasión.
El entrenador vasco comenzó muy bien en el campo y mejor en las ruedas de prensa, donde en sus primeros días dijo abiertamente que el equipo necesitaba lo que veía todo el mundo, refuerzos de calidad para aspirar a luchar por un ascenso que en esos momentos era factible. Sin embargo, poco a poco, a Garitano se le fue poniendo la misma cara que ya ofreció en sus últimos meses Sergio González, la que trajo Mauricio Pellegrino y la que se le puso a Paco López. Y sí, dobló el brazo, dejó que se lo comieran como a sus colegas y ahora está viendo como cuenta las jornadas que quedan para atar una permanencia que debería estar conseguida hace ya mucho tiempo. No, Garitano no ilusiona. Y lo que es peor. Tampoco parece que lo esté haciendo a esos mismos jugadores que despertó en mitad de un incendio.
La desafección club-afición no se recuerda haber vivido desde aquellos primeros años de los nueve que se pasó el equipo en Segunda B. El pasotismo es preocupante y desde la directiva no se está por la labor de cambiar el rumbo que está dejando desnortada a la masa social. Y de esto, y es normal, parece no estar enterándose el único que está haciendo su trabajo. Efectivamente, Garitano está siendo un médico, el mejor, pero de esos fríos, de los que no parecen preocuparse a la hora de dar el diagnóstico. Son momentos para empatizar, para preocuparse por lo que está pasando y la sensación es la de que desde El Puerto no parece estar enterándose.
Lo peor de todo es que Garitano es posible que pueda incluso estar haciendo lo más favorable para que la sangre no llegue al río. Él acude cada día a entrenar, intenta preparar el encuentro y en cada jornada hace lo posible por seguir sumando puntos hasta llegar a los 50.
En su debe también está un discurso que nunca ha sido ambicioso además de varios bandazos en planteamientos, cambios y formas de leer los partidos, así como del uso que está haciendo de futbolistas que no han hecho lo justo para merecer minutos. Es verdad que después del mercadito que se marcaron los de arriba, al vasco se le quitaron las ganas de regalar oídos, entre otras cosas porque más que regalos en enero a él le quitaron. No obstante, su discurso victimista ha calado en un vestuario que ha bajado el pistón y ahora navega como puede hacia la triste pero importantísima permanencia. Y así, con irregularidad en el campo e inestabilidad en el discurso, es complicado recuperar el crédito que comenzó teniendo.