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Un arranque con tintes parecidos al del ídolo

Mauricio Pellegrino está escribiendo unos inicios relativamente similares a los que dejó escrito un entrenador que se camufló en la espesura para acabar brillando

Pellegrino, en un entrenamiento. ccf

Alfonso Carbonell

No, Álvaro Cervera no llegó siendo el que acabó siendo. Es más, de él se dijo en sus primeras jornadas que 'para que hubiese venido este, mejor no hubiera venido nadie porque vaya tela'. Efectivamente, las sensaciones que dejó en sus primeras escenificaciones ante un cadismo derruido fueron más que decepcionantes, cabreantes. Exactamente las mismas que ha podido dejar en sus primeros pasos al frente del conjunto gaditano el actual entrenador Mauricio Pellegrino.

Dos enterradores. Así de sencillo y así de duro. Tanto Cervera como Pellegrino no sólo no lograron despertar a las primeras de cambios a sus jugadores sino que incluso lo que lograron fue algo más complicado aún, anestesiar más de lo que ya estaba la sufrida parroquia amarilla. Al gafa pronto se le comenzó a llamar en algunos sectores del cadismo el catequista puesto que entre sus hechuras, a las que solo le faltaba un alzacuellos, y sus métodos más bien previsibles no logró gobernar la nave hasta bien entrados unos partidos. Por su parte, a Pellegrino bien se le ha podido denominar el sepulturero dado sus pocas dotes para animar el cotarro en las ruedas de prensa y sus primeros movimientos tácticos tan infructuosos como los que estaba usando su antecesor.

No fueron unos comienzos nada sencillos ni para uno ni para otro. De hecho, la originaria imagen de Cervera no era ni una milésima parte de la que acabó siendo, alzada casi a un icono rock para los parroquianos de Carranza. Obviamente, para que Pellegrino logre siquiera compararse aún le queda un largo trecho por hacer que incluso resultara en vano si se aprecia los dos milagros que logró Sergio y lo de puntillas de cómo se ha ido con una afición aún obnubilada por los éxitos del que luego fue entrenador del Oviedo, ya ex.

El caso es que los primeros pasos de Cervera sí que se se pueden asemejar en la distancia y con la perspectiva adecuada a los que está dando Pellegrino. No solo en sus formas, que también, sino en los resultados, que por supuesto. Sobra decir que cuando llegó Cervera al banquillo de Carranza la categoría en la que se militaba era la extinta Segunda B mientras que Pellegrino ahora cabalga en la Primera División, lograda, eso sí, por el que es considerado mejor entrenador de la historia del equipo gaditano.

Echando la vista atrás, Vizcaíno contrató a Cervera para dar relevo a Claudio Barragán, al que se le caía el equipo por jornadas a pesar de tenerlo metido casi matemáticamente en el play off de ascenso donde el de las gafas destaparía todo el tarro de sus esencias. Diez partidos, diez estuvo Cervera, que fue renovado por el ascenso. Nueve encuentros, nueve lleva Pellegrino, al que se le renovará si también consigue la permanencia tal y como se renovó a Sergio González.

Pues bien, los primeros cuatro encuentros de Cervera al frente del equipo fueron, cuanto menos, desilusionantes. Al igual que le ha pasado a Pellegrino con Sergio, a Cervera también le tocó lidiar con un vestuario destruido después de perder ante la Betis B (3-2), caer en La Línea ante la Balona (2-1) empatar en Carranza ante el Sevilla Atlético (1-1) y volver a tropezar en el Juegos Mediterráneos ante el Almería B (2-1). Total, que el equipo de los Servando, Güiza, Fran Machado, David Sánchez y compañía se desmoronaba por momentos y Vizcaíno hacía caso a Javier Manzano para, a cuatro jornadas para terminar la Liga regular, deponer a Claudio y traer a Cervera, que tampoco es que comenzase con buen pie al estrellarse en su debut contra el Mérida, que ganaba 0-1 con un golazo del luego cadista Aitor García. No mejoró en la siguiente salida y los amarillos empataban sin goles y televisado ante el humilde Jumilla. Peor se pusieron las cosas en la penúltima jornada, donde el Cádiz CF de Cervera volvía a enterrar las rodillas al caer en casa ante el UCAM Murcia 0-2. Un punto de nueve y el cadismo descompuesto a las puertas de un play off al que se llegó tras ganar en la última jornada en La Victoria de Jaén por 0-1 con un gol de Salvi que sería el primero de muchos con los que volaría ese Cádiz CF hacia Primera División. Aquella victoria fue la primera de Cervera y bajo sus preceptos, los que no se pudieron ver al no ser el encuentro televisado. Nadie daba un duro por ese Cádiz CF en el play off, que como bien sabe todo cadista bien informado se empezó empatando sin goles ante el Racing de Ferrol en un encuentro disputado en Carranza donde sorprendió a muchos insensatos que Cervera pusiera sobre el verde a un equipo netamente defensivo. En la vuelta en A Malata se ganó 1-2 y lo que vino después ya todo el mundo lo conoce.

Y si cuatro puntos de doce fue lo que se consiguió en esa recta final de temporada regular por parte de un Cádiz CF que se estaba construyendo para el play off, no mejores fueron los dos puntos de doce que se han conseguido en el arranque de un Pellegrino que tampoco avivó en sus inicios a la grada de Carranza, que quizás se quiso dejar llevar un poco por los dos primeros empates ante Athletic en Carranza y Villarreal en La Cerámica. Despues, las derrotas ante Betis en casa y Osasuna en El Sadar volvieron a abrir la caja de los truenos de una afición que se liaría la manta a la cabeza para tratar de convencerse que ante el Celta el equipo se transformaría.

Y en efecto, hay un antes y un después de ese empate ante el conjunto entonces entrenado por Rafa Benítez al igual que hubo un antes y un después de las tablas sin goles del Cádiz CF de Cervera ante el Racing de Ferrol en Carranza. Como se ve, los paralelismos entre un inicio y otro son, cuanto menos, asombrosos. Al empate a dos ante el Celta le siguió otro a uno frente al Rayo Vallecano. Ambos fueron decepcionantes para la clasificación pero el caso de que los dos llegasen en los últimos minutos motivaron a una afición que comenzó a creer cuando los amarillos ganaban en casa con doblete de Juanmi ante todo un Atlético de Madrid con la cabeza puesta más en la Champions. Esa victoria no tuvo continuidad en Anoeta, pero sí semanas después en Carranza, donde se ganaba la primera final ante un Granada prácticamente ya descendido.

Ninguno de los dos caminos emprendidos eran fáciles. Tampoco ninguno de los dos entrenadores demostraron ser demagogos en sus discursos; es más, todo lo contrario. En el caso de Cervera se limitó a concienciar a su afición de que haría lo que podía e incluso llegó a atreverse a decir que si a su Cádiz CF se le marcaba un gol y se ponía por debajo del marcador estaría muerto. No engañó tal y como se pudo comprobar en el encuentro ante el Mérida o el UCAM de Liga, algo que afortunadamente no ocurrió durante las seis finales que duró el play off. Tampoco ha engañado Pellegrino para enfado incluso de sus parroquianos. Sólo hay que echar un vistazo a sus ruedas de prensa previas o posteriores a sus encuentros para confirmar que no hace ver a nadie lo que no se puede ver. Tras la derrota en Pamplona, el técnico argentino fue a más y se sinceró diciendo que lo que estaba sufriendo su equipo venía de lejos, institucional incluso. Raras manifestaciones si de lo que se trata es de animar a un equipo herido, pero tan raras como realistas tal y como se encargaba de repetir antes de la primera victoria ante el Atlético.

No, ninguno de los dos entrenadores mantuvieron un discurso grandilocuente ni exagerado con tal de regalar los oídos. Serios, disciplinados y profesionales, tanto Pellegrino como Cervera se encargaron de hacer calladamente su trabajo para ponerlo al servicio de un club que confió en ellos para apagar un fuego que aún no se ha extinguido en el caso del actual anfitrión de la caseta amarilla.

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