Opinión | Cádiz CF

Prohibido jugar

'Cualquier centrocampista de clase se pensaría bastante ir a un equipo donde ya sabe lo que le espera'

Álvaro Cervera. L. V.
Pepe Reyes

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Si algún delantero de cierto prestigio se debatiera en la duda de incorporarse o no al Cádiz en este mercado de invierno, el último partido disputado frente al Sevilla le habrá despejado todo tipo de incógnitas. Con sólo contemplar la cantidad de kilómetros que corrió Osmajic en busca de balones imposibles, productos de pelotazos de despeje desde la defensa, su continua lucha sin fruto alguno, su permanente presión en solitario a la salida del rival, su pelea de balones aéreos entre dos o tres defensas, su mucho galopar, su poco jugar, su nulo rematar…, tendrá la decisión más que asegurada. Cádiz se ha convertido en una plaza muy difícil para futbolistas de calidad o incluso para aquellos que aún mantengan una mentalidad ligeramente ofensiva del juego.

Si complicado va a resultar traer elementos de vanguardia con un mínimo de garantías en su rendimiento, igual o más lo va a ser en la medular, esa zona que marca el verdadero pálpito del equipo, donde los amarillos casi tienen prohibido recibir de cara, darse la vuelta y tirar paredes, por lo que su labor se reduce a perseguir sombras de rivales y asegurar pases sin riesgo. Cualquier centrocampista de clase, del que tan necesitados nos encontramos, se pensaría bastante venir a un equipo donde ya sabe lo que le espera: mucho bregar y muy poco jugar.

Todo ello sin contabilizar lo que de disuasorio tiene ostentar la penúltima posición y sin visos cercanos de inminente remontada. En cualquier caso, si endebles parecen los argumentos para ilusionar a potenciales fichajes más preocupante resulta lo que ya empieza a evidenciarse, que esos argumentos ya no convencen ni a los propios componentes del plantel. Tiene que ser muy duro para los jugadores recibir durante tanto tiempo el mensaje de que como carecemos de calidad para otra cosa, sólo podemos jugar a defender. Axioma válido cuando se gana pero humillante e insoportable cuando se pierde.

Lo mismo ocurre con la afición, para quien resulta triste y decepcionante contemplar como su equipo no sólo pierde, sino que tiene prohibido jugar.

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