Martin Dempsey.
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El miedo guía el plan de EE UU en Siria

El Pentágono presenta a Obama hasta cinco escenarios para ayudar a la oposición pero avisa de su alto coste y de daños colaterales

NUEVA YORK. Actualizado: Guardar
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Entrar de lleno en el conflicto sirio después de organizar la retirada militar de Irak y Afganistán es una opción que Barack Obama se ha esforzado en mantener alejada una y otra vez. Puertas adentro, sin embargo, el Pentágono ha estado trabajando durante meses para presentar al presidente diferentes escenarios de intervención si el régimen de Damasco mantiene a raya a los rebeldes y con ello alarga una guerra civil de nefastas consecuencias para toda la región.

Las recientes conquistas del Ejército de Bashar el-Asad mientras la carnicería humana dentro del país se aproxima a las 100.000 personas ha revelado ciertos los peores augurios apenas un mes después de que Washington lanzara un ambicioso programa para armar a la oposición. Aunque nadie desde el Ejecutivo ha abierto la boca sobre un cambio de estrategia, el proceso de confirmación en el Senado del jefe del Estado Mayor Conjunto, Martin Dempsey, ha servido para airear las cinco opciones de intervención barajadas por el Pentágono. Esa ayuda serviría para fortalecer a los rebeldes e introduciría una intensa presión sobre el Gobierno sirio, pero incluso una acción limitada puede producir efectos no deseados dentro de EE UU, señaló el general.

En una carta remitida al presidente de la Comisión de Servicios Armados, el senador demócrata Carl Levin, y al republicano John McCain, Dempsey advierte de que si Washington se enfrasca en una intervención militar le resultará muy difícil salir del conflicto. La cinco opciones serían: ataques aéreos limitados, más programas de entrenamiento de rebeldes, zona de exclusión aérea, control de arsenales químicos y creación de áreas tampón en territorios no controlados por el régimen.

Posibles contagios

Junto a consideraciones logísticas, el militar esboza el cuantioso gasto para las arcas federales de la aplicación de los planes. El incremento de programas de adiestramiento a los rebeldes costaría a EE UU unos 500 millones de dólares (378 millones de euros) al año y supondría emplazar entre varios centenares y varios miles de militares en áreas seguras fuera del país árabe. Esta opción implica el riesgo de ataques transfronterizos del Ejército gubernamental y un posible contagio a Turquía o Jordania.

Una zona de exclusión aérea dispararía los gastos hasta 1.000 millones de dólares (756 millones de euros) mensuales, además de llevar centenares de aviones estadounidenses a países limítrofes o portaviones. Y la medida no necesariamente contribuiría a reducir la violencia porque el grueso de los enfrentamientos que deciden el control del territorio se desarrollar en tierra.

La creación de zonas tapón en Siria, en las fronteras de aliados como Jordania y Turquía, también exigiría establecer un área limitada de exclusión aérea y enviar miles de efectivos. Según Dempsey, neutralizar los arsenales químicos implicaría ataques con aviones y misiles, además de miles de efectivos de operaciones especiales. A la larga se conseguiría «controlar algunas armas químicas, pero no todas», detalla.

Washington podría optar también por ataques desde el aire con aviones y misiles que le permitirían destruir numerosos objetivos militares en Siria; eso sí, realizando un despliegue masivo de centenares de aviones, buques y submarinos. Y Damasco podría «resistir ataques limitados dispersando sus fuerzas».

Cualquiera de las cinco opciones, a juicio de Dempsey, ayudaría a los rebeldes y aumentaría la presión sobre el régimen de El-Asad, pero EE UU también debería prepararse para consecuencias imprevistas. Además, subrayó, el uso de fuerza llegaría en un momento de creciente austeridad fiscal en el Pentágono, por lo que sugirió que es preferible un enfoque regional para aislar a Damasco.