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Barra y verja

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Son muchas las contradicciones urbanísticas que un ciudadano, con la profana óptica del peatón, puede encontrar al ovillo laberíntico de calles, placitas y miniavenidas que ha dado en llamarse Cádiz. Uno de ellos es que mantenga varios de sus mayores y mejores solares y edificios -los más amplios, los más estratégicamente ubicados, al pie de sus playas más nobles- completamente abandonados, ruinosos, estériles, sin presente, futuro ni, casi, pasado reciente ya. La ciudad asfixiada se permite desaprovecharlos, sin despeinarse las canas. Deja sin abrir las mayores bombonas de oxígeno que tiene su término municipal, del tamaño de un corsé.

Pero no es la única contradicción severa, de apariencia inexplicable desde la inopia técnica y académica, desde la mirada lerda de los especialistas en nada. Cádiz presume con razón de pasado histórico brillante y, a la primera ojeada, queda claro que sólo refulgió cuando se metió mar hasta que no hizo pie, cuando fue puerto de salida y entrada, cuando fue puerta de paso que se abría en ambos sentidos, como las de las cantinas del far west. Su zona noble, su gobierno local, su primera atracción turística, muchos de sus monumentos, sus vecinos al pasar, miran al mar al puerto. Sin embargo, la burocracia insiste en tenerlo vallado. La cerrazón de tener cerrado el puerto, de mantener inerte Canalejas y ocupado por remolques el muelle colindante no tiene sentido por más que lo expliquen.

Para los profesionales, de la mar y el camión, del transporte y la logística, es incómodo, inseguro, lento y caro llegar hasta ahí. En todos los puertos se quedarían en un espléndido complejo ubicado a las afueras. Para los ciudadanos es, también, inseguro e incómodo, pero además penoso perder la oportunidad de contar con un bulevar (¿están equivocados todos en Vigo, Alicante, Barcelona, Málaga...? ¿menos nosotros?) que conectara muelle y paseo para conseguir que, de una vez, la ciudad enfrente al mar de veras, que sea la recepción sincera y majestuosa de los que la visitan por barco.

En ninguna casa del mundo se almacenan mercancías, cacharros y vehículos junto a la sala de estar, de vivir, de llegar y de mirar.

A ver si ahora que hay cambio de ciclo en la Autoridad Portuaria...