Editorial

Previsión con interrogantes

El unánime pronóstico de un 2012 recesivo siembra serias dudas sobre la recuperación de nuestra economía el próximo año

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El Banco de España hizo pública ayer su proyección de que nuestra economía decrecerá durante 2012 el 1,5% para recuperarse en el 2013 un tímido 0,2%, con lo que se muestra menos pesimista que el FMI. Pero la propia imagen de una nueva recesión que haría caer el PIB durante doce meses y elevaría el paro al 23,4% constituye , albergando la esperanza de remontar posiciones desde más abajo, una visión descorazonadora. Especialmente porque, además, se encuentra sometida tanto a incertidumbres internacionales como a interrogantes domésticas que difícilmente corregirán la previsión en sentido positivo. El Banco de España basa la limitada dosis de optimismo de su proyección en el mantenimiento, aunque moderado, de las exportaciones y en los efectos beneficiosos que comporte la reducción de la deuda pública y de la privada durante el presente ejercicio, sujetas ambas a medidas de ajuste y a restricciones crediticias. Pero si el pronóstico que hoy haga público el FMI sobre la evolución de la economía mundial va en línea con lo apuntado por su directora-gerente Christine Lagarde podemos asistir, de entrada, a un acusado retraimiento de la demanda exterior. Del mismo modo que el obligado saneamiento financiero al que se han sometido familias, empresas y administraciones podría acabar neutralizado por las tensiones financieras que afectan a las economías del euro. El Banco de España integra en su proyección las medidas adoptadas ya por el gobierno Rajoy, sin contemplar más cambios en la fiscalidad para 2013 -aunque dando por sentado que continuará el ajuste en el gasto público- y basando su previsión en el estricto cumplimiento del objetivo del 4,4% de déficit para el presente ejercicio. Las últimas declaraciones del ministro Montoro sugieren la eventualidad de que la UE corrija los requisitos de consolidación fiscal siguiendo un criterio posibilista. Ello permitiría que España no se viera en la necesidad de aplicar medidas aún más drásticas para alcanzar ese 4,4% de déficit. Pero podría acarrear una reacción imprevisible por parte de los mercados. Una reacción que, como poco, contrarrestaría el alivio aparente que la relajación del máximo de déficit para 2012 supondría para el conjunto de las instituciones, y en especial para las que se han mostrado más reacias a disciplinarse en términos de estabilidad presupuestaria.