ANDALUCÍA

Frialdad que espeluzna

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L A reversión del Guadalquivir al Estado tras el imposible acuerdo entre Junta y Gobierno escenifica un nuevo episodio más de las dificultades de entendimiento entre ambas administraciones gobernadas por el mismo partido. Hay quienes ven en esta falta de acuerdo las frías relaciones entre Chaves y Griñán. Ya se sabía desde la sentencia del Tribunal Constitucional en marzo y las posteriores del Tribunal Supremo que iba a ser muy difícil que Andalucía siguiera gestionando el Guadalquivir. Hacía falta un encaje de bolillos jurídico que se ha demostrado imposible. La determinación de la Junta ante las cortapisas legales puede entenderse como acertada. Pero lo que no parece tan acertado es el tiempo que ambas administraciones han tardado en cruzar el puente, como le gusta decir a Griñán. Y es aquí donde surgen las dudas. Durante seis meses y hasta el pasado septiembre Griñán exhibió una seguridad firme de encontrar una fórmula para que Andalucía mantuviera el timón del Guadalquivir. En un mes esa voluntad política se ha estrellado con reparos jurídicos. ¿No se había consultado antes a los abogados del Estado? Las explicaciones del Gobierno andaluz de que ahora es cuando se ha puesto sobre la mesa la posible inseguridad jurídica de los trabajadores no parece del todo creíble. Quizás se debió aceptar la derrota desde un primer momento o apostar por el artículo 150.2 de la Constitución desde marzo y no esperar a septiembre. Todo hace pensar en una estrategia, la de desentenderse de una transferencia a todas luces complicada. Y de paso, 800 empleados menos de un tirón en plena tarea de recortes y ajustes. Aquí puede estar la clave del desenlace del folletín del Guadalquivir y no en el distanciamiento personal de Griñán y Chaves, aunque sea cierto que las relaciones entre los antiguos amigos no sean buenas.

El juicio por el asesinato de Marta del Castillo no está dando ninguna sorpresa. Tanto es así que, como se temía la familia, los inculpados han persistido en su frialdad para no decir el lugar en el que hicieron desaparecer el cadáver de la joven asesinada con 17 años en enero de 2009. Este era el principal interés de la vista oral, sobre todo para la familia. Los cuatro acusados, incluido el asesino confeso, Miguel Carcaño, se han mostrado cuales actores de series televisivas. Llegaron a la sala con un guión aprendido y con absoluto dominio de la situación, pese a las contradicciones en que cayeron incluso con declaraciones anteriores. La frialdad de estos jóvenes espeluzna un poco, sobre todo sabiendo que eran amigos de la joven y conocidos de la familia.

Una actitud que algunos ven curtida en los numerosos interrogatorios ante la policía y el juez de instrucción desde hace dos años y meses. No se cortan por nada. No se les ve intimidados. Todo ello contribuye a que la familia se tema que finalmente Carcaño reciba una condena mínima; y el resto menor aún.

Esta semana declararán testigos clave, empezando por la familia de Marta, y amigos en los que los acusados apoyan sus coartadas. Otra declaración importante es la de 'el Cuco', el menor ya absuelto de asesinato y violación, pero condenado por ayudar a hacer desaparecer el cadáver. No cabe esperar que diga dónde, como tampoco hizo en su propio juicio.