LA HOJA ROJA

LA DIGNIDAD ERA ESO

La feria ha resultado ser más de lo mismo, mucho calor, poco negocio y un aire pueblerino del que no nos libra ya ni la caridad

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Pasa siempre, porque esta vida que llevamos se mueve mejor en el marco legal que dicta la ley de Murphy que en el que se le supone al sentido común. O nos tiramos semanas y semanas como las zarigüellas de los documentales de la Dos oteando un horizonte por el que nunca ocurre nada, o nos convertimos en el conejo de Alicia intentando desplazar el eje del planeta a fuerza de añadirle minutos al día. Pasa siempre, para qué voy a contarles nada, si la historia al final es la que ya conocen, que el que mucho abarca, poco aprieta, o la parábola de la dignidad.

Ya saben, tan dados como somos a la palabrería tenemos dos o tres términos que nos sacan del aprieto cada vez con más frecuencia. Exorno, que es todo aquel mamarracho susceptible de ser colgado o expuesto en cualquier lugar público, preferentemente balcones, fachadas o plazas; Legado, que se supone que es la miseria que nos ha dejado la historia y que pretendemos trasmitir -preferentemente a través de canales temáticos como el Doce- a generaciones futuras, aunque aumentada y mejorada, y por último pero no menos socorrida, Dignidad. Dignidad es la capacidad de ver la realidad con una venda en los ojos, o mejor dicho, es la cualidad con la que se justifican la inoperancia, la mediocridad y el bajo perfil de cuanto nos rodea. Esta acepción, que no aparece en el DRAE, es quizá la más cultivada en este país desde que perdimos Eurovisión en 1979 ¿recuerdan? con Betty Missiego. Desde entonces, cuando algo sale algo más que regular le aplicamos el bálsamo de la dignidad y santas pascuas.

De actos dignos ha estado llena esta semana. No. No me refiero a la fiesta de fin de curso de sus hijos, ni a la graduación de sus sobrinos, ni siquiera al pacto entre PP y PA y lo bien avenidos que están ahora en San Fernando, a pesar de que todavía hay quien se acuerda de las declaraciones de Loaiza al comenzar la campaña electoral cuando dijo que el partido de Manuel María de Bernardo había «perdido más de ocho millones de euros de las arcas municipales». Tampoco me refiero a la Gran Encuesta Nacional sobre Isabel Pantoja con la que Antena 3 quiso hacer sombra al debate de la primera cadena sobre la extraña situación económica que tenemos, y eso que en la gran encuesta nacional había preguntas que podrían resolver las dudas sobre el panorama político español. Hagan la prueba. Cambien el nombre de la tonadillera por el de Zapatero y contesten: ¿Cree que Isabel Pantoja ha sembrado vientos y ahora recoge tempestades?, ¿cree usted que su carrera está en declive? y la mejor, sin duda ¿Cree usted que Isabel Pantoja es gafe? En fin. No era mi intención hablarles de la Pantoja, sino de la dignidad, de los dignos, que de los indignados y de su proyecto de dejarnos en esta ciudad un legado -otra vez- perroflautil ya hemos hablado bastante.

En esta semana, les decía, la alta concentración de niveles de dignidad ha disparado el número de alérgicos. Es como aquello de que si no quieres caldo, te sirvo tres tazas, pues igual. Comenzó la feria «Mar de las Libertades» que, como siempre, fieles a la dicotomía real/virtual parecía una cosa y en realidad era otra. Parecía, en principio, un ir abriendo boca de lo que será el Doce -el problema es que ya sabemos lo que será- con barcos atracados en ese muelle al que damos la espalda, con carpas temáticas, con productos del mar y mucho comercio. Pero después de pasar por los filtros de la dignidad, la feria ha resultado ser más de lo mismo, mucho calor -hasta tienen suerte- poco negocio y un aire pueblerino del que no nos libra ya ni la caridad. La idea no estaba mal, el consejero Menacho decía que el objetivo era «que los gaditanos y visitantes se lleven una visión rápida y sencilla de lo que significó la Constitución de 1812». No sé yo si con los DJs, Andy y Lucas, la concentración de Harley Davidson y la fiesta Sunsilk se habrán cumplido los objetivos. En fin.

Aunque como no hay situación que no pueda empeorar, el viernes quemamos a los Juanillos. Sí, hombre, ese único reducto que nos queda de cuando al PSOE le dio por desmontar el pasodoble de Paco Alba y demostrar que Cádiz sí tenía fiestas como la Velada de los Ángeles o el engendro este de los Juanillos que ha quedado reducido a mera exhibición del Consorcio de Bomberos acompañado de gymkhana de bandas de música que lo mismo tocan Campanilleros que algo de Chayanne, mientras el insoportable olor a gasolina quemada va alejando a los que todavía nos acercamos para dar fe de que la dignidad gaditana no conoce límites.

Y como no hay dos sin tres, para rematar la semana, nada mejor que la procesión del Corpus mañana, tan temprano que no sabe una si le dará tiempo de terminar de escuchar a los Andy y Lucas antes de coger sitio en la Catedral, este año, que parece que vuelven con más fuerza que nunca los exornos, las alfombras y los altares, ya solo nos faltan los arcos voltaicos para parecernos en todo a nuestros paisanos de 1911. Sí. Ayer estuve leyendo la crónica del Corpus Christi de hace cien años y de pronto lo entendí todo. Decía textualmente: «En la calle Duque de la Victoria -hoy Nueva- se colocaron ocho maceteros con ánforas y plantas ornamentales y arcos voltaicos. En la calle Alonso el Sabio -Pelota- se instalaron motivos con entramados de oro y flores. Toda la carrera, como de costumbre, hallábase entoldada, predominando en el exorno la flores, todo con gran dignidad».

Ahí lo tienen. La dignidad era eso. Todo está ya escrito.