Editorial

Errores en Fukushima

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Japón, la segunda nación tecnológicamente más avanzada del planeta, ha fracasado estrepitosamente en la gestión de la catástrofe nuclear de Fukushima, la gran central de seis reactores cuyos sistemas de refrigeración fueron inutilizados por el maremoto ulterior a un devastador terremoto. De entrada, se entiende mal que, conocida la alta sismicidad de Japón, se calculara la central para un seísmo máximo de 7,5 grados en la escala de Richter y para olas de hasta seis metros cuando en el período histórico se han registrado movimientos de tierra y tsunamis mucho más intensos y destructivos. La respuesta a la catástrofe proporcionada por la empresa propietaria de la gran central, Tepco, ha sido improvisada y poco profesional, como han reconocido tanto los actores japoneses como el Organismo Internacional para la Energía Atómica. Es difícil de entender cómo una catástrofe natural previsible -lo ocurrido no ha sorprendido a los geólogos- ha producido un mortandad tan masiva -cerca de 30.000 personas- y una devastación tan intensa cuando existe tecnología suficiente para haber minimizado en buena medida sus efectos.