Vista general de Casa de Campo, el complejo turístico más suntuoso del Caribe. Abarca unos 30 kilómetros cuadrados. Dispone de más de 300 habitaciones de hotel y unas 1.500 villas privadas.
Sociedad

Gustavo y sus amigos

Gustavo Cisneros, multimillonario venezolano, agasaja en su lujosa mansión de República Dominicana a expresidentes como Aznar y los Bush, padre e hijo

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Gustavo Cisneros tiene muchos amigos, de los que no dudan en montarse en un avión cuando les invita a cenar junto a la piscina. Eso sí, no se crean que tanta devoción se debe a las virtudes del sancocho -guiso típico de las Antillas- que se ofrece a las visitas en los dominios de este multillonario venezolano, presidente de un imperio de medios de comunicación y entretenimiento (como Venevision International) que le ha permitido amasar una fortuna de más de 3.000 millones de euros. Su mansión en Casa de Campo -el complejo turístico más fastuoso del Caribe, al este de República Dominicana- es un centro de operaciones donde los hilos del poder y la economía se mueven con alegría. Sin agobios.

Un ejemplo de estas reuniones, discretas a la par que aireadas a los cuatro vientos por la prensa centroamericana: el pasado fin de semana, se sentaron a la mesa de Cisneros unos cuantos exmandatarios que todavía -quien más, quien menos- cortan un poco de bacalao. A saber, los Bush, padre e hijo, con sus respectivas esposas, José María Aznar, el expresidente colombiano Álvaro Uribe y el exprimer ministro canadiense Brian Mulroney. En sus años de poderío estrecharon lazos que siguen dando juego, sobre todo cuando los encuentros tienen lugar en un marco donde la temperatura ronda los 25 grados y los campos de golf han sido diseñados por el legendario arquitecto estadounidense Peter Dye.

Este último detalle, según los diarios dominicanos, arrebata a Bush padre, «asiduo de la isla desde hace más de siete años». Entre hoyo y hoyo, con una exuberancia vegetal que rompe las costuras del paisaje por doquier, parece que se le hacen más llevaderos los 86 años. Normal. Tanto oxígeno afina los reflejos y ayuda a ver las cosas con más claridad. Al menos, a la hora de golpear la bola. Se desconoce qué clase de acuerdos o alianzas se habrán cerrado en estos parajes, pero se respira tal paz que debe de resultar muy difícil obsesionarse con pozos petrolíferos o armas de destrucción masiva.

La playa Bayahibe -a veinte minutos de la ciudad de La Romana- es un paraíso natural donde las gamas de azul marino se superponen como en un telar infinito y muy, pero que muy tentador. Los turistas se zambullen y enredan para quedarse tan frescos. Eso es vida. ¿Qué más se puede pedir? Pues, miren, arenas tan finas y olorosas que embriagan al personal y les hace olvidar lo más sangrante: en este país todavía hay gente que muere de dengue y malaria... En Casa de Campo tienen palacetes, con estatuas y riachuelos, algunos millonarios tan conocidos como Julio Iglesias, Óscar de la Renta o Sharon Stone. Disfrutan del Nuevo Mundo como si acabara de descubrirse, felices de que el paisaje y los campos para jugar al polo se conserven impolutos y espectaculares, al alcance de cualquiera que, cómo no, pueda permitírselos.

Para los curiosos: una semana, sin desayuno, en un hotel de cuatro de estrellas no baja de los 3.000 euros. El aeropuerto y helipuerto que aguarda a los visitantes, dentro del propio complejo, hace todavía más irresistible el aterrizaje en tierras dominicanas. Desde los años 70, cuando una empresa estadounidense montó este negocio turístico en la isla, no ha parado de crecer para adaptarse a los caprichos de los magnates occidentales, jeques árabes y potentados chinos.

Relación con González

Ni los Bush ni Aznar conocían el enclave de Casa de Campo, que abarca unos 30 kilómetros cuadrados, cuando dirigían el destino de sus respectivos países. ¡Todo a su debido tiempo! Con 65 años y las enseñanzas de su padre grabadas a fuego -un empresario que obtuvo la licencia de Pepsi en Venezuela, allá por 1939-, Gustavo Cisneros conoce muy bien la regla de oro para mantenerse en la cresta de la ola: 'Inclinarse ante el viento que más sopla, pero solo en el momento justo'. Íntimo de Felipe González en los años 80 -así se le allanó el camino para comprar Galerías Preciados- y en estos momentos un entusiasta confeso de China, queda claro que sigue disfrutando del sol que más calienta. Sobre todo en la República Dominicana, su querida patria de adopción.

Declaró la guerra en 1990 a Irak, en respuesta a la invasión de Kuwait.

Atacó Afganistán en 2001, tras el 11-S.

Apoyó incondicionalmente la política estadounidense ante Cuba.

Aliado de EE UU en la guerra contra Irak.

Figura clave en la visita que hizo George Bush padre a Berlín, en 1989, tras la caída del Muro.