Opinion

El contrato único se abre paso

Puede servir de pauta para una negociación parlamentaria que ha de ser ambiciosa

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El decreto-ley de reforma laboral, que actualmente está siendo tramitado como proyecto de ley, adoleció, según una mayoría de expertos económicos, de cortedad de miras y de falta de impulso reformador. Quizá la perspectiva del Gobierno de que la dificultad de conseguir apoyos para la convalidación del decreto iba a obligar a su tramitación como ley ordinaria -aunque por el procedimiento de urgencia, como es preceptivo-, llevó al Ejecutivo a dejar abiertas demasiadas cuestiones, que ahora es momento de cerrar. Según una información que hoy aporta este periódico, el propio presidente del Gobierno se habría convencido ya de que, siendo la dualidad del mercado laboral uno de los problemas más graves -más del 30% de los trabajadores lo son con contrato temporal en tanto los trabajadores fijos gozan de una protección superior a la de nuestro contexto-, habría que avanzar hacia el contrato único. Tesis manejada por muchos especialistas y especialmente por la Federación de Estudios de Economía Aplicada (FEDEA), asociación inspirada por el Banco de España y vinculada al grupo de economistas que alumbró el 'manifiesto de los cien', una hoja de ruta para la modernización de nuestra economía. El contrato único, con un coste de despido creciente -desde los ocho días en el primer año para el despido procedente-, eliminaría la citada dualidad, facilitaría la movilidad y no mermaría la estabilidad, sobre todo si se combina con el llamado modelo austríaco (un fondo sufragado por el empresario que el trabajador podría llevarse de una empresa a otra y que contribuiría a cubrir el coste del despido). De aceptarse el modelo propuesto por FEDEA, el debate debería versar sobre el coste máximo del despido: de momento, la federación propone, para el despido procedente, un incremento de dos días por año hasta los 20 días desde el séptimo año en adelante; y para el despido sin causa, desde los 12 días a los 33. Esta fórmula puede servir de pauta a la negociación parlamentaria. Que ha de ser ambiciosa si se quiere que nuestro tejido económico sea realmente competitivo con el de nuestros principales proveedores y clientes.