CARTAS A LA DIRECTORA

Acuarelas

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Desde la otra orilla, el gastrósofo Jacinto Montes me envía saludos y un repertorio de acuarelas maravillosas que retratan la mediterraneidad en uno de sus centros de belleza: las costas griegas. Este privilegio de poder recrearse en el azul del mar, la blancura de la cal, los geranios de los balcones y la buena intención de un amigo que se aleja en el recuerdo produce no poco placer. Por eso se lo agradezco en esta tarde de un sábado lluvioso. Melilla, Cadaqués, Colliure («Estos días azules y este sol de la infancia», Machado), Nápoles, Sicilia, Creta, veleros, sardinales, jábegas (y el cante por jabegotes: «Se me mojaron las velas y fue de las puras lágrimas que yo derramé por ella»). bajeles próximos a las viviendas blancas de los eternos pescadores, de las eternas gaviotas. De viejas enlutadas que miran el mar y piden al cielo para sus hijos. para sus yernos. Azul. azul intenso. y boquerones, jureles, melvas y sardinas, caballas y vino. y pan de Málaga y fuego en las noches de San Juan y besos de enamorados al alba. Sentir el mar es comprender los motivos de jóvenes y ancianos sangrando bajo los golpes policiales en el Cabanyal valenciano; haber nacido junto al mar no es cualquier cosa. Los gestores de la geometría del hormigón y del PVC no lo entienden o no quieren entenderlo. Sin embargo, no es cualquier cosa. Palabra de honor.