DONDE LAS CALLES NO TIENEN NOMBRE

TIEMPOS REVUELTOSEL TOURMALET

Jerez ha entrado de lleno en el periodo del año más importante para la ciudad y eso hay que mirarlo con buenos ojosLa Junta ha ofrecido a sus empleados de Justicia trabajar horas extra por la tarde; quizá debería haberlo hecho con parados

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E l viernes de Dolores hizo honor a su nombre y fue uno de esos días en los que todo el que llegaba traía una mala noticia debajo del brazo. Profesional o personal, en cualquiera de los ámbitos, es cierto que en ocasiones se presentan días en los que, como diría aquel, es mejor quedarse en la cama. El caso es que percibo un ambiente de pesimismo y desgana a mi alrededor que me lleva a remar en el sentido contrario, es decir, a ver todo con alegría y esperanza. Jerez ya ha entrado de lleno en el periodo del año más importante de esta ciudad. Y eso hay que mirarlo con buenos ojos. En apenas unas semanas tenemos lo que en ciclismo o en el Tour de Francia sería un pico de montaña de categoría especial, algo así como el Tourmalet (ese paso montañoso localizado en el centro de los Pirineos franceses que con sus 2.115 metros de altitud hace las delicias de los aficionados al deporte de la bicicleta). La primera etapa ha sido el Festival de Jerez y a partir de ahora, sin solución de continuidad, irán cayendo la Semana Santa, el Mundial de Motociclismo, la Feria del Caballo, El Rocío...y después del verano las antes conocidas como Fiestas de Otoño, la Navidad y volver a empezar. Al fin y al cabo, en esta bendita tierra nuestra siempre tenemos una excusa para echarnos a la calle y sonreir, y eso es algo absolutamente recomendable. Por orden cronológico, a partir de hoy entramos de lleno en la Semana Santa. Me decía el viernes un cofrade que en los últimos ocho años siempre ha llovido en alguno de los días de la Semana Mayor. Sería paradójico que justo este año, en el que acabamos de dejar atrás el invierno más lluvioso de la historia, se rompiese esa tendencia, y así parece que va a suceder. Demasiada lluvia en la comarca. Las predicciones meteorológicas, tan volubles eso sí en este rinconcito de Andalucía, pronostican una Semana Santa tranquila en lo que a precipitaciones se refiere. Esperemos que sea así por el bien de la tradición, de los cofrades y de un evento que va más allá del acontecimiento estrictamente religioso para convertirse en un generador de turismo, economía y riqueza. Pero si de visitantes hablamos, sin duda, la palma se la lleva el Mundial de Motociclismo. Prueben, a modo de ejemplo, a comprar una entrada del circuito de Jerez para el fin de semana de las motos. Se sorprenderán al ver la cantidad de gradas que han agotado ya el papel para el espectáculo de las dos ruedas en el que, cierto es, nuestra ciudad se ha convertido en una verdadera catedral y referente de este deporte. Este año, además, y superada esa especie de transición que puede haber sido buena para que todo esto no se desmadrase, la ciudad se abre de nuevo de par en par a los moteros. En alguna ocasión he hecho referencia a este asunto y, sin temor a repetirme, insisto en que no termino de comprender a quienes se quejan -denuncian, incluso, en los tribunales- por el ruido y las molestias del fin de semana en el que se celebra el Mundial en Jerez. Son tales los beneficios económicos y de imagen que percibe esta ciudad que me cuesta comprender que alguien no sea capaz de soportar un fin de semana de ruido y molestias al año. Aquellos que se quejan y han puesto en peligro con sus demandas la fiesta de las motos en Jerez no sólo demuestran tener poca vista sino también escasa solidaridad con la mucha gente que se gana la vida gracias a la llegada de esas legiones de moteros que nos visitan todos los años. Y que no falte. Dicho eso es obvio que hay que velar por la seguridad, y el Ayuntamiento de Jerez ha seguido en los últimos años una estrategia que, más o menos acertada, debe servir para que quienes se acercan a Jerez para disfrutar del ambiente motero sepan que esto no es una ciudad sin ley. Y una vez dicho esto, vivamos las motos, la Semana Santa, la Feria y lo que venga con la suficiente alegría para edulcorar os tragos amargos que en ocasiones nos manda el destino.