EL CHEQUEO

Chapuzas

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Estamos acostumbrados a que sea la administración pública, sin consultar con los ciudadanos que van a soportar sus resultados, la encargada de establecer las características en el diseño de las obras públicas. Como consecuencia de ello, es frecuente que las prescripciones técnicas, documento técnico y base del diseño por el que luego se ejecutan las obras, adolezcan del contacto con la realidad cercana. Después llegan las lamentaciones, los olvidos, las excusas, el reparto de culpas, pero las consecuencias las pagamos todos.

Un ejemplo claro de ello es el renovado mercado de abastos de Cádiz. Posiblemente si se hubiera consultado más a los detallistas, concesionarios del puesto, se hubieran evitado muchas deficiencias, que ahora se pretenden arreglar a casi 100 días vista de su inauguración, cuando éstas se hubieran podido solventar antes de recepcionar la obra. Normalmente imaginamos que una edificación nueva o remodelada debe tener un diseño moderno y funcional, para que perviva en el tiempo, y estar perfecta, de revista, por eso no se entiende cómo hay quien, ante las quejas de los vendedores por calar la lluvia en sus puestos y mojar las mercancías y afectar al género, se escuda en que en la antigua plaza también goteaba.

Si todas las obras deben ser estudiadas minuciosamente, las que afectan a los mercados, por estar en juego la seguridad alimentaria y por tanto la salud de la gente, deben serlo, si cabe, con especial atención. Es altamente impropio que además del agua, el género soporte, en algunos puestos, todo tipo de inclemencias meteorológicas, así como los efectos directos del sol, pues los toldos que se han colocado no filtran adecuadamente los rayos. Tampoco son comprensibles los problemas de las cámaras frigoríficas como denunció la asociación de detallistas, que no disponían de desagües adecuados o que no enfriaban correctamente. A todo lo anterior, hay que añadir las quejas por malos olores, como consecuencia del agua estancada. Pero lo que ya es inconcebible es que aparezca óxido y empiecen a caer cascotes y arena. Es verdad, como arguyen en el Ayuntamiento, que la obra dispone de dos años de garantía y muchos defectos podrán paliarse o corregirse, pero, aunque se intenten minimizar, las molestias a los usuarios y vendedores ya se han producido.