Antonio Estévez, en el hotel Intercontinental de Madrid, hojea la prensa económica. :: JOSÉ RAMÓN LADRA
Sociedad

De broker a «paria» por las 'subprime'

Antonio Estévez, un ex intermediario financiero de 45 años, pasó de amasar un patrimonio de 900.000 euros a cargar con una deuda de 1,2 millones

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Será que ha estudiado Ingeniería Naval y Oceánica, pero lo suyo tiene mérito. Siempre se mantiene a flote. Contra viento y marea. No se hunde ni con una deuda de 1.200.000 euros. Ahí lo ven: llegó a gozar de un patrimonio de 900.000 y ahora se encuentra con el agua al cuello porque su trayectoria como broker terminó como el rosario de la aurora. Las hipotecas 'subprime', esos productos tan populares antaño en Estados Unidos, se lo llevaron por delante. Antonio Estévez las ponía en circulación en nuestro país, con licencia del Banco de España, cuando la intermediación financiera y el sector inmobiliario iban mano a mano en una carrera desbocada hacia... quién sabe dónde. Pero a él no le daba vértigo; con experiencia laboral en varias empresas, ya sea en San Sebastián, México, Sestao, Canarias o Sevilla, no cabe duda de que le va la marcha. Incluso ha publicado un libro 'Reflexiones desde la ruina de la crisis' (Bubok.com), donde habla de su fracaso tan ricamente.

Es un madrileño sin miedos ni fronteras. Ahora tiene previsto marcharse a vivir a Brasil para embarcarse en un proyecto que retomará su especialidad de ingeniero naval. «Mi mujer, que es economista, está encantada. Y en cuanto a las niñas -la mayor tiene 10 años-, estoy seguro de que disfrutarán muchísimo de la experiencia». No le preocupa cargar con un crédito de 1.200.000 euros. «Soy un 'paria' y lo tengo asumido. En este país, si le debes dinero al banco, no eres nadie. ¡Imposible pedir un crédito!». Pero, nada, Antonio no se angustia. Conoce al dedillo los entresijos del mundo financiero, sobre todo después de su curso intensivo como broker.

-Las que se ofrecían a los clientes con un perfil de riesgo. Gente que no podía acceder a una hipoteca normal; como los que han sido morosos y están en la lista negra de los bancos.

Llegó a irle de maravilla, y esos tiempos de gloria tan reciente -entre 2005 y 2007- le han dejado un sabor agridulce. Por un lado, no disimula su orgullo al insistir en que lanzó «un producto pionero» que distribuía a entidades como el BBVA, Bancaja, Caja Mediterráneo... No era más que una herramienta informática que facilitaba el papeleo de los expedientes de crédito; nada extraordinario, pero tuvo el mérito de ser el primero. Por otro lado, nunca olvidará que unas cuantas entidades financieras -entre ellas, Deutsche Bank, Caja Madrid y General Capital Electric- lo dejaron en la estacada. Todas ellas, apenas se olieron que el sistema financiero de EE UU se iba a pique por culpa de las 'subprime', corrieron a quitárselas de encima.

Antonio se vio a dos velas. No tenía salida. ¿Adónde iba sin sus productos estrella? Se vio obligado a echar la persiana y y rescindió el contrato de la plantilla que trabajaba en 40 oficinas repartidas por toda España, desde Madrid a Canarias, Santander, Valencia... «No soy un superhombre. Confieso que más de una noche me desperté a las cinco de la madrugada, con la sensación de que mi vida se había complicado demasiado. Pero, bueno, aunque suene a tópico, yo tenía a la mejor de las mujeres... Contar con alguien que saca lo mejor de ti mismo es fundamental», admite con el alivio que da tener las cosas claras. El 'shock' le duró poco; enseguida se puso manos a la obra y promovió una empresa de contratas . Nunca llegó a ponerse el casco de albañil, pero vivió muy de cerca el trabajo de los obreros. «Me gusta involucrarme al cien por cien», confiesa en conversación telefónica desde su chalé de la sierra madrileña. Es la única vivienda que le queda.

No le supuso ningún trauma renunciar a la ópera en el Teatro Real, ni ceder al banco un piso valorado en 460.000 euros. A las crías tampoco les acomplejó pasar del Kings'College -con una tasa mensual de 1.000 euros- a un centro concertado. «Mire, lo que más valoramos no lo hemos perdido. La vida familiar se mantiene inalterable. Tanto Rosa como yo, estamos convencidos de que el verdadero patrimonio no son las cosas materiales. ¡Para salir adelante, hay que tener algo dentro! Eso es lo que le enseñamos a nuestras hijas».