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La peor noche de Messi

El argentino deambuló por Múnich y deprimió a un Barça impotente

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Por mucho que Piqué llamase la atención con ese nuevo ‘look’ de tipo duro, rapado y con barba oscurecida, que lució en Baviera, todos los focos apuntaban a Messi y a ese odioso bíceps femoral derecho. Nadie, y mucho menos Jupp Heynckes, que peina canas y se las sabe todas en este mundillo de espabilidados, se imaginaba a un Barça sin su estrella en el primer asalto de semifinales. Pero solo el futbolista, ni siquiera Tito Vilanova y los médicos, conocía su verdadero estado. Fue una pena verlo deambular sobre el césped del Allianz Arena, regado en exceso por el centro del campo. Un problema añadido para los clásicos gambeteos del mejor jugador del mundo.

Al Barça le funcionó utilizarlo como revulsivo en la vuelta de cuartos ante el PSG, ya que su sola presencia intimidó a los galos, pero Múnich es otra historia y el Bayern mucho equipo. Nada asustadizo. Anduvo Messi sobre el campo como quien pasea a su mascota desorientado, con la mirada perdida y sin rumbo fijo. Ni asumió riesgos, ni buscó el balón, ni trató de desequilibrar. Ni arranques explosivos, ni sprints, ni cambios de ritmo. Ni tan siquiera pisó por la zona de influencia. Ni la sombra de Messi, que incluso así dispuso de la mejor ocasión para marcar e igualar el gol de Mario Gómez antes del descanso. Fue un centro-chut de Pedro que a duras penas rechazó Dante y al que el rosarino no llegó, quizá por que le faltaban chispa y capacidad de reacción.

Sin la participación de su crack, el factor sorpresa del genio y su insólita capacidad para distraer a los rivales, el Barça se convirtió en un grupo vulgar. Mucho toque y poca chicha frente a un adversario rocoso, superdotado en su físico, presionante, perseverante, corajudo y con futbolistas geniales que marcan diferencias como Robben y Ribéry, sus dos puñales. Brazos en jarra, mirada perdida, protestas al árbitro por supuestas faltas y gesto de impotencia en Messi. Verlo tan por debajo de su verdadero nivel, deprimía a sus compañeros, confusos toda la noche.

Los tuiteros se cebaban con ‘La Pulga’. A los 40 minutos de partido, el periodista Isaac Asenjo escribía: «Si yo fuera Tito, metería ahora mismo a Messi». «Para que Messi esté así, que hubiera salido Villa», se lee por otro lado. «¡Es un fantasma!», advierten. «Está claro que Leo está lastimado. Para que lo meten desde el principio», se quejan. Se «habla de trote cochinero» y un sarcástico de las redes sociales concluye que «el Barça nota la baja de Messi. Perdón me informan que juega». Entonces, el ‘hashtag’ #RoboAlBayern era ‘trending topic’ en España. No se diría lo mismo después de que Mario Gómez anotase el segundo en fuera de juego, y se confirmase como el mejor goleador en la historia del Bayern en ‘Champions’, y Robben cerrase seguramente la eliminatoria después de un bloqueo de baloncesto de Müller a Jordi Alba.

Messi, hundido, siguió su particular ‘vía crucis’. Se agachaba, se tocaba, se iba al suelo. Le faltaba arrodillarse y pedir clemencia. Ni él, ni su Barça, eran capaces de esbozar una reacción. Tito necesitaba un cambio urgente, pero le faltaron cintura táctica y jugadores. Había prescindido de Tello en la convocatoria. Una decisión injusta que tiene que ver mucho más con los galones que con el estado de forma. Ya con el humillante 4-0, obra de Müller, el mejor jugador del partido, el banquillo recurrió al ‘Guaje, que prefirió resoplar y beber un tragito de agua en vez de hablar. El mayor fracaso azulgrana en los tiempos modernos. ¡Messidependencia!