Zonas como Cortadura o la Punta de San Felipe han sido durante años lugares escondidos donde los amantes han dado rienda suelta a su pasión. :: ÓSCAR CHAMORRO Las tiendas eróticas, que hace años salieron del callejón, lucen sin complejos y en vitrinas un amplio surtido de productos. :: ÓSCAR CHAMORRO
CÁDIZ

En la ciudad sin prostíbulos, la 'carrera' se hace desde casa

Aunque no hay clubes de alterne, ni hacen la calle, las meretrices también ofrecen sus servicios en la capital

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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«Hola amor, me llamo Bárbara, cuál es tu nombre», responde al otro lado del teléfono una voz que, a pesar de cómo se hace llamar, se adivina extranjera. «Soy portuguesa, de Lisboa -reconoce con reticencias a hablar de su identidad- y esto lo hago para ganar algo más de dinero, porque soy estudiante». Bárbara vive en Cádiz desde hace menos de cinco años y ejerce la prostitución en su propia casa, en la que vive alquilada junto a una compañera. Diego también ofrece sus servicios a domicilio en la capital. En su caso, llegó a la capital desde algún país de Sudamérica (que no quiere desvelar) hace un par de años. De día, trabaja como camarero, de noche, da masajes «con terminación» a 50 euros la media hora.

Son sólo dos ejemplos de que en la capital, a pesar de las apariencias, existe un nutrido mercado de prostitución que discurre de manera más discreta e invisible que en otras ciudades vecinas, como en Chiclana, El Puerto o Jerez, donde las luces de neón señalan el camino hacia los profesionales del sexo.

En Cádiz, en cambio, no existen clubes de carretera, ni salas de fiestas que oculten el alterne tras la música de cabaré, como ocurría en el antiguo Pay Pay. Ni siquiera existe una calle escondida y oscura, o un polígono industrial, donde las meretrices hagan la calle.

«Hay muchos hombres y mujeres de Cádiz que se dedican a la prostitución en Cádiz», especula Diego, aunque es obvio que pretender hacer números de una profesión tan escondida resulta imposible. Al contactar con ellos, los acentos son generalmente extranjeros, pero Bárbara asegura «que también hay muchas españolas, muchísimas».

Diego y Bárbara encuentran sus clientes por Internet, donde muestran sus cuerpos, pero no sus rostros, porque familiares y conocidos «no saben a qué nos dedicamos», reconocen los dos, lo que hace aún más invisible este tipo de prostitución gaditana. ¿Y sus vecinos sospechan? Al menos, Bárbara cree que no: «No tienen por qué saberlo». El trabajo desde casa les permite «seleccionar a los clientes», explica la chica, que al ser preguntada por sus tarifas, cambia de conversación.